Editorial 27/7/2022
Los docentes universitarios de todo el país, pero también los de la Universidad de Buenos Aires, cerraron el primer semestre de 2022 con el salario promedio más bajo de los últimos cuarenta años. Una dedicación parcial, con 24 años de antigüedad, no alcanza los 42 mil pesos. Siendo que la canasta básica de la enseñanza científica implica obligatoriamente la realización de posgrados y la compra permanente de material, el salario no alcanza si quiera a cubrir estos gastos. El 60 % de la planta docente de la UBA alcanzó niveles de pobreza en un hecho inédito para la historia científica de nuestro país. En los dos últimos meses, comprueba la investigación periodística de 1917, la CGT de Moyano y la CTA de Yasky convocaron a un número mayor de movilizaciones y asambleas que AGD UBA.
Por su parte, acaba de ser elegido un nuevo rector, Gelpi, explícito morado y representante de la medicina prepaga, impulsor de la telemedicina como base los planes de estudio. No hemos encontrado, sin embargo, una palabra por parte del sindicato. Mucho menos existió convocatoria a movilizarse contra la asamblea universitaria rompiéndose una tradición de más de veinte años de lucha.
La AGD, además, realiza un trabajo de purga en las Facultades. En el caso de la Facultad de Filosofía y Letras el sindicato difundió causas nunca probadas por la justicia entre los docentes, conformando un frente único junto al decanato para intervenir cátedras enteras. La camarilla de Pablo Heller ha hecho lo imposible por quedarse con la cátedra de Historia de los Sistemas Económicos del difunto Pablo Rieznik y poder desarmar todo su plan de estudio, el cual, por supuesto, incluía una unidad completa de análisis de la crisis mundial actual con textos de Jorge Altamira.
En algún momento, se va a acabar.