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Gabriel Solano al rescate de Alberto Fernández

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La renuncia de los ministros kirchneristas no debe leerse, como pretenden Prensa Obrera La Nación, como un episodio de una supuesta interna entre un bloque kirchnerista y un bloque fernandista, por la simple razón de que no existen. La propia Cristina Kirchner sigue siendo la consejera principal de Guzmán que tiene en sus manos el presupuesto 2022, el acuerdo con el FMI y la emisión monetaria. Hoy mismo Máximo Kirchner se sentó y juró fidelidad al gobierno junto a todos los intendentes del Conurbano. Los funcionarios renuncian por orden de la bolsa de Buenos Aires y de Wall Street porque los bonos de financiación local cayeron por tercer día consecutivo, las criptomonedas se desploman y ahora se le suma el volcán que desata la quiebra de las inmobiliarias chinas. El capital financiero salió escandalizado de la elección del domingo porque expresó un regimen desintegrado y débil para abordar una reforma laboral, la eliminación de las indemnizaciones y, como exigieron hoy mismo la UIA y varios empresarios como los de Nestlé y Unilever, la privatización de los últimos años de la escuela secundaria bajo el modelo de enseñanza «presencial» ya no en el colegio sino en las empresas.

Para Prensa Obrera, en cambio, todo el problema de la crisis se resume a esperar «qué hará Sergio Massa». No se entiende, ¿qué esperan? ¿qué Massa nacionalice la banca? Bajo la pluma de Solano, la fracción minoritaria del Partido Obrero ha salido desesperada (¡su nota fue publicada en el mismo minuto que las de La Nación Clarín!) al operativo de utilizar el millón de votos de la izquierda para dispersar la crisis y extenderla «hacia noviembre», en vez de convocar a la masa obrera a deliberar, en vez de desarrollar un programa de reivindicaciones de acuerdo a los ministerios que han quedado vacantes, para Solano, toda la conclusión es «la construcción de una alternativa de izquierda». Se trata de una tomada de pelo a los votantes que fueron confundidos bajo el logo del histórico Partido Obrero, cuyo eje frente a la salida de los ministerios, sin duda, debe ser la agitación urgente de la huelga general y la renuncia ya no sólo de los ministros sino de todo el gabinete, el presidente y el poder judicial en reemplazo de una asamblea constituyente que se haga cargo del Banco Central y la industria argentina para planificar un plan que garantice horas de trabajo para los millones de desocupados y un salario igual a la canasta familiar. En vez de «ver qué hace Massa» se trata de expropiar todos sus recursos en el Tigre y ponerlos a disposición de los piqueteros que se movilizan por hambre. Cuando El Frente de Izquierda debería utilizar los votos para el combate, los vuelve contra el pueblo y se plantea desde hoy mismo como la pata última de contención del régimen.

La ley que rige la etapa es la de la crisis internacional; más que nunca funciona como una guía de trabajo inevitable para los trabajadores de Argentina y el mundo entero.