Imponente victoria del pueblo argentino

Agotados luego de haber recorrido las tres escuelas de la jornada los docentes tuvieron el día de hoy, además, asambleas virtuales con sus compañeros en todas las escuelas de la Provincia de Buenos Aires. La prueba empírica de que la reapertura de clases presenciales había saturado el sistema sanitario quedaba a la vista de todos pues los Google Meets, los Zooms o los Whatsapp rebalsaban de relatos que conmovían el sentimiento del más duro. Familias enteras de nuestros alumnos, hacinadas, habían todas ellas contraído COVID sin conseguir cama en el hospital de su distrito. Siete horas de cola para hisoparse, hisopos a precio dólar y vacunas que no llegan.

Un mes y medio bastó para deschavar una farsa en la que participó todo el régimen político. La educación virtual había sido la herramienta técnica más revolucionaria del año 2020. Garantizó clases, reuniones y asambleas virtuales. Los gobiernos no pusieron un peso para comprar notebooks ni mucho menos se animaron a avanzar en la estatización del sistema de internet para garantizarle la liberación de datos a los estudiantes. Pero es, indudablemente, el próximo paso necesario para garantizar la educación del pueblo en pandemia.

La clases habían vuelto por razones claras: las empresas querían dar de baja las licencias para aquellos padres que se habían quedado con sus hijos en pandemia. En vez de pensar en el vínculo humano familiar que ello podría haber gestado, los gobernantes se desesperaron por romperlo. Son enemigos acérrimos de la familia.

El capital piensa la escuela como una guardería pues tanto la ha vaciado que ha desprestigiado el lugar donde se forman sus futuros gerentes, administradores y obreros en general. El joven estudiante fue lanzado en estos dos meses a la buena de Dios independientemente del lugar en que lo había dejado parado la crisis económica. Cuando llegaban a la escuela, los baños no estaban en condiciones, los protocolos no existían, el bárbijo apretaba fuerte en las orejas y el Ministerio fue tan miserable que le quitó el plato del comida del día a los que asistían a clases en nombre del cuidado. La pobreza se metió por los poros de la escuela pública.

La tristeza que asoló durante días las calles de la Provincia se combinó con una deliberación política que no cesa. Hasta en el más recóndito distrito se conformaron asambleas que impusieron la huelga. En varias escuelas, directamente los padres dejaron de mandar a sus alumnos por temor al contagio. En las escuelas privadas se escucharon los primeros gritos de auxilio de docentes presionados por los dueños. Se vetaron licencias, se escondieron casos debajo la alfombra. Pero el pueblo deschavó cada maniobra con una paciencia digna de quien no tiene nada que perder y en un proceso lento pero gradual se convenció de exigir inmediatamente la suspensión de clases. En una semana toda la retórica bolsonarista de los Trotta y compañía se vino abajo. La victoria docente del día de hoy es un hecho de características históricas pues ha volteado el intento de lanzar a la masa obrera al muere.

Como todo hecho de la historia universal eleva un momento para luego volver a desplegarse y plantear nuevos desafíos. El pueblo argentino llega a la segunda ola empobrecido, desocupado y sin vivienda. En los hombros de los obreros fabriles, de los repositores o cajeros de supermercados y, SOBRE TODAS LAS COSAS, de los trabajadores de la salud exhaustos recaerán los costos de lo que ha generado el capricho capitalista de ofrecer a la población que explota como carne de cañón del virus contra el cual habían dicho estar en guerra.

Más que nunca, socialismo o barbarie.

Maxi Laplagne