La CGT, la CTA y la Bonaerense

Escribe: Maxi Laplagne |

¿Cómo abordó la burocracia la asonada policial?

El domingo 30 de agosto por la noche algunos diarios informaban que en varias provincias del país las fuerzas policiales habían presentado diferentes pliegos de reclamos cuyo eje central era el aumento de salario. Sobre la Provincia de Buenos Aires alertaban que se habían creado varios grupos de Whatsapp de la policía por fuera del mando oficial y que crecía sin parar el reclamo de equiparar el salario de la Bonaerense al de la policía federal. Al otro día empiezan los piquetes policiales que se expanden con gran velocidad a toda la provincia y cercan la casa de Olivos. Los medios omiten el reclamo de equiparación a la federal, de hecho su salario no aparece en ninguno de los tan mentados gráficos difundidos por los diarios sobre el salario policial, y difunden, sí, el salario y la calidad de vida de los policías de la Ciudad. Es decir que la resolución de la crisis mediante la modificación de la coparticipación no fue ninguna jugada del gobierno nacional contra Larreta sino una política de Estado acordada por todos los bloques políticos, incluso por aquellos que osaron denunciar la arremetida policial como un intento fallido de golpe de Estado. El FMI también dio el OK.

Por su puesto que la CGT y la CTA jugaron su rol en el proceso. En parte porque las cúpulas escriben la orientación política que los personeros de la burocracia luego defienden en cada fábrica o lugar de trabajo y en parte porque la orientación de la burocracia sindical es la política que la burguesía decide difundir entre la clase obrera, la cual no siempre coincide con la difundida en la prensa oficial. No fue la misma, por ejemplo, la posición de La Nación que describió la asonada como una huelga obrera por reclamos legítimos que la de la CGT, que aunque también la consideró como «un legítimo reclamo y legítima defensa de los derechos laborales», pero le agregó que «con el paso de las horas se transformó en una amenaza real al funcionamiento del Estado». Por su parte, la CTA también consideró la asonada como «un justo reclamo salarial» agregando que «repudiamos todas las acciones que tengan como fin desestabilizar el gobierno democrático». Es decir que ambas centrales consideraron los sucesos como un intento desestabilizador aunque la CGT fue un poco más allá y reclamó «firmemente que la policía de la Provincia de Buenos Aires respete el orden jerárquico y se subordine a los mandos institucionales».

¿Qué decir? En primer lugar lo que está claro como el agua: la centrales denunciaron un intento de golpe de Estado pero no movieron un dedo para frenarlo, es decir que, o bien fueron cómplices o bien la denuncia de golpe jugó el rol de presión política a los gobernantes para conceder lo más rápidamente posible «el justo reclamo salarial», algo que la CGT no ha reclamado para ninguna de las luchas obreras que se desarrollaron en la Argentina de los últimos veinte años y mucho menos lo hace ahora con los trabajadores de la salud que no han cobrado ni el bono prometido en marzo. Pero más importante aún es prestar atención a cómo la CGT llamó a la policía a solucionar el conflicto solicitándoles que respeten el orden jerárquico, esto cuando absolutamente ningún comisario, ni ministro, ni funcionario de seguridad del país rechazó la movilización policial, es decir, que los policías movilizados lo que estaban haciendo es, justamente, acatar los comandos de sus superiores. Algunos medios kirchneristas hasta han insinuado que detrás de la asonada se encontraba el propio Berni.

Pero más allá de los hechos concretos importa la declaración de principios de la CGT. En primer lugar porque considerar justo el reclamo salarial de la policía implica el reconocimiento de las fuerzas armadas como obreros que reciben un salario como compensación de la extracción de su plusvalía sin tener en cuenta que el trabajo es trabajo no por el sólo hecho de requerir la presencia corporal sino por el lugar social que ocupa en la escala productiva, siendo que el de la policía tiende a cero. Pero, además, con su declaración la CGT prepara las condiciones políticas para intervenir en lo que pueden ser verdaderas crisis policiales en medio de la crisis capitalista más grande de la historia y prevé desde ya que en caso de generarse algún tipo de ruptura de los comandos con la jerarquía policial la CGT lo repudiará. Rechaza desde antes que suceda un posible giro de un sector de las fuerzas armadas a la lucha revolucionaria de la clase obrera. En todos los aspectos la CGT se ha colocado del lado de la burguesía en la asonada policial.

Las clases sociales se constituyen en la historia

Los policías no son trabajadores y su aumento de salario refuerza la represión contra el pueblo. Si un policía pretende luchar por la dignidad de su vida y un salario justo debería repudiar la represión policial del Estado contra el pueblo, las redes de trata clandestinas, el compromiso con los narcotraficantes y la desaparición forzada de trabajadores. Es decir que debería boicotear la naturaleza de la policía.

Los policías de la Bonaerense no son obreros pero no por una cuestión de simples principios ni identidades sino, al contrario, por el desarrollo de su historia expresada en el presente. En particular la historia de la policía bonaerense es la de la represión al pueblo desde su mismo formación por parte de la fracción contrarrevolucionaria que luego de 1816 logró aplastar los ideales revolucionarios de mayo de 1810. La Bonaerense se inaugura en 1820 con dos objetivos concretos: reemplazar las milicias populares gestadas en 1805 por criollos y mapuches para enfrentar las invasiones inglesas que dan lugar al desarme general del pueblo argentino y, en segundo lugar, para dar fin a lo que consideraban la «rebeldía» imperante de los gauchos de la provincia de Buenos Aires que rechazaban la proletarización a manos de patrones y estancieros que pretendían dar fin a su vida nómade, pacífica y autónoma. Pocos años después la bonaerense es reforzada por la mazorca de Juan Manuel de Rosas para que con el desarrollo de los años se transformara en una policía ejemplar para todos los regímenes autoritarios del planeta al punto de que el croata Juan Vucetich viajó a nuestro país para aprender de ella y crear desde aquí el método de la huella digital hoy utilizado en todo el mundo. Pero el registro dactilográfico no cumplía ningún rol en el desarrollo social de la Argentina sino, al contrario, era la forma de descubrir a los exiliados políticos de Europa en Argentina. Por ello, en 1917, cuando el método se intentó oficializar, la FORA convocó una de las huelgas generales más importantes de la revolucionaria década del 10. La decadencia posterior de la burguesía argentina también se expresó en su policía que acabó haciendo las veces de mano de obra de la dictadura militar de los setenta con Etchecolatz a la cabeza. Cuando estalló la revolución del 2001, la policía bonaerense dedicó todos sus recursos a aplastar los saqueos en el Conurbano e intentar que no se transformen en rebeliones populares. Su máximo héroe fue Alfredo Franchoti, responsable primero del asesinato de Darío Santillán y Maximiliano Costequi.

Es decir que la policía sí es parte de la constitución histórica de la clase obrera, pero, justamente, por la negativa. Las clases sociales se constituyen en su experiencia política atravesada por el desarrollo de su cultura y sobre todo de sus luchas que desde los inicios de la historia Argentina tienen a la policía como opuesta al proletariado y desencadenante de las luchas populares más importantes de su historia. Siendo que el primer gran avance en la constitución política sindical de la clase obrera es la FORA anarquista, se encuentra en la génesis de la clase obrera Argentina el rechazo a la represión policial. Al estudiar la historia de la policía no se encuentran casos ni recientes ni antiguos en que la policía de nuestro país se haya posicionado del lado de los reclamos populares y, sí, al contrario, la previa a diciembre de 2001 se encuentra repleta de movilizaciones contra la aplicación del gatillo fácil.

Las elecciones de la CGT

Ahora bien, la asonada policial ha hecho sonar la alarma de los capitalistas porque, contrariamente a lo que dice la CGT, la conclusión más revolucionaria que pueden tomar los trabajadores de ella es copiar los métodos de la Bonaerense (a su vez copiados de la clase obrera) para imponer sus propias demandas. Una huelga general de los trabajadores de la salud sería, en estas condiciones, un knock out para el actual y cualquier gobierno de la Argentina. Desde el portal de Horacio Verbitsky la periodista Victoria Paulón escribió una nota titulada «¿Y en qué anda la CGT?» donde llega a la conclusión de que la desorganización política que se observó en la asonada policial es la misma que se vive en los sindicatos y que como consecuencia de los ataques permanentes que recibe la CGT por parte de los medios de comunicación los trabajadores están siendo afectados en sus condiciones salariales. Traducido: «cómo no van a cobrar mal los trabajadores si Clarín se la pasa atacando a los Moyano». ¡Cómo si al menos la CGT hubiese intentado poner en discusión el salario!

Para la periodista la resolución de la «crisis de desorganización» que atraviesa la CGT se encuentra en sus futuras elecciones de 2021 pero en el mismo momento cae en cuenta de que, al contrario, las elecciones lo que harán es profundizar la crisis, en primer lugar, de autoridad de la central y, segundo, de su relación carnal con el Estado y los empresarios. Es que ni los dirigentes de la CGT poseen un candidato que pueda elevar políticamente a la central para pilotear la crisis política que se abre en la Argentina ni el gobierno nacional tiene la capacidad de cooptar definitivamente a todas sus fracciones. La crisis es tan grande que los nombres para dirigir la CGT sobrevuelan los portales sindicales modificándose cada día y hasta han llevado a la primera plana de los grandes medios otra vez las causas judiciales contra los Moyano. Luego de nombrar más de cinco posibles nombres la periodista evalúa un pedido a la CGT de la misma Cristina Kirchner: que la CTA sea incorporada nuevamente a la CGT. Es claro que esto se debe a la afinidad de los dirigentes de la CTA a la vicepresidenta así también como que la incorporación de la CTA a la CGT incorporaría a la central más importante del país a una oleada inmensa de docentes en lucha y, sobre todo, al SUTNA, la gran piedra en el zapato de la burocracia sindical. Cuando la vicepresidenta tome nota de ello, reculará.

Más allá de la crisis por arriba que debe ser correctamente caracterizada para la claridad del movimiento obrero en su lucha contra la burocracia sindical, resulta de mayor interés ver lo que sucede por abajo. Y también la periodista de Verbitsky toma nota de ello: «Los jóvenes – dice -, con las mujeres al frente, están iniciando el camino de la sindicalización en sus lugares de trabajo. Buscan participar y profundizar el proceso de renovación de delegados y comisiones internas en todos los sindicatos y cada vez más colocan entre sus objetivos estratégicos el cambio general en las cúpulas gremiales, de abajo hacia arriba y de la periferia al centro». La apreciación no puede ser más sensata. El movimiento revolucionario que ganó las calles por el derecho al aborto legal en el año 2018 tomó nota muy conscientemente del lugar retrógrado que ocupó la burocracia sindical y la experiencia de organización política horizontal ahora intenta ser repetida en fábricas, hospitales, call centers, shoppings y comercios. La burguesía está tomando nota de que la juventud argentina procede a levantar una bandera que luego de 1969 se ha vuelto pedestal de la lucha de clases: el enfrentamiento contra la burocracia sindical. El mismo toma sus estandartes en 1973 con huelgas y ocupaciones de fábricas masivas incluso con Cámpora en el gobierno, estalla en 1975 con las coordinadoras y se elevó entre las masas del país cuando la Plaza de Mayo le cantaba a la CGT que no no estaba ni se la veía en diciembre de 2001. Más tarde el asesinato de Mariano de Ferreyra puso ante los ojos de la juventud argentina el entramado político entre la burocracia y el Estado. Siguiendo con la nota del portal, en aquel entonces Verbitsky hizo hasta lo imposible desde Página|12 por eliminar las responsabilidades políticas del crimen. Ahora, cuando habla de la juventud, lo hace para que la burocracia y el Estado tomen nota.

Pero también el movimiento obrero y los socialistas debemos tomar nota de esta situación. La deliberación entre los trabajadores crece. Está claro que las elecciones de la CGT están armadas burocráticamente para no permitir la presentación de listas clasistas pero ello de ninguna manera significa que los trabajadores no podamos intervenir con nuestro propia política. Un reagrupamiento con un programa de la clase obrera para conformar la fracción clasista de la CGT significaría en si mismo en un avance gigante en la conciencia política de los trabajadores que se unificarían en un gran polo de lucha antiburocrático.

La crisis política llegó al ministerio de trabajo

Por supuesto que la crisis política es previa a la asonada policial e incluso previa al coronavirus pero también es cierto que ambos componentes aceleran la descomposición del Estado. La incapacidad para ofrecer garantías industriales, el fracaso de la explotación de Vaca Muerta y la crisis financiera aún luego del pago a los bonistas pero sin acuerdo todavía con el FMI se expresan en todas las carteras donde los personeros políticos encuentran variantes distintas para pilotear un barco que va necesariamente a la deriva. Antes del choque y la rebelión docente en la Capital, por ejemplo, había renunciado la vice ministra de educación Adriana Puiggrós.

En el ministerio de trabajo la cosa no es distinta. Ya hace cuatro meses se habla de la posible renuncia de Moroni, el ministro que nunca trabajó. Es que varios sectores denuncian que Moroni se había convertido en los últimos años en el brazo derecho Armando Cavallieri que se encontraría en trance opuesto a los Moyan. Pero la resolución de esta crisis, informa uno de los portales de la CGT, estaría no en la salida de Moroni sino la de su mano derecha Angel Di Virgiliis cuya política sería la de separar al ministerio de los sindicatos mientras que, se dice, el gobierno apuntaría a un acercamiento directo a la CGT. Es decir que en la Argentina se discuten los mismos problemas desde el año 1918 cuando Irigoyen se decidió a avanzar en la cooptación del movimiento obrero al Estado pero, digamos, Alberto Fernández lo hace en el 2020 con condiciones cada vez más decadentes. Es que además de que la burocracia sindical se ha trasformado ella misma en una camarilla empresarial que no tiene pudor en sentarse a «dialogar» un recambio político y la reforma laboral con Magnetto y Galperín, debemos decir que tampoco el gobierno tiene los medios suficientes para cooptar a las bases ni con falsos derechos políticos como intentó hacer el represor Irigoyen ni mucho menos con aguinaldos como hizo Perón.

La crisis que se empieza a discutir en el ministerio de trabajo, por supuesto, es la crisis de gobernabilidad que atraviesa la Argentina y que, en realidad, es la expresión nacional de una crisis capitalista sin precedente que hará caer como un dominó a cientos de empresas, quebrará a los estados, acrecentará la miseria y despertará las fuerzas revolucionarias de la clase obrera. Un Estado con una policía que cobra salarios por abajo de la línea de pobreza carece, además, de las condiciones para una salida represiva a la crisis. Ni por cooptación ni por represión el gobierno podrá frenar el auge de la lucha de clases que ya sacude la Cordillera de los Andes.

A la huelga

Si la policía conquistó el cincuenta por ciento de aumento en un día, el resto de la clase obrera lo puede lograr también. Claro que el aumento de salario policial ya fue absorbido por la devaluación del peso, es decir, que las reivindicaciones obreras ponen en juego el control total de la economía.

La huelga general de 1975 tuvo estos objetivos generales y además la fuerza para conquistarlos. No fue, como muchos pretenden difundir, una huelga espontanea sino la continuación de un proceso huelguístico inédito en la historia argentina. Como decíamos más arriba, en 1973, con Cámpora en el poder, se contabilizan ya más de cien huelgas y cuarenta y tres ocupaciones de fábricas. Lentamente la vanguardia fue sacando las conclusiones de organizarse y coordinarse contra la burocracia sindical. La coordinación llevó a la huelga que el rodrigazo (devaluación y aumento de tarifas, cualquier similitud con 2020 es pura coincidencia) generalizó y movilizó al centro del poder político. Luego del 75 la clase obrera continuó luchando contra la dictadura militar pero el gran dato sociológico es el crecimiento imponente de la reserva de desocupados como consecuencia de la crisis capitalista y las privatizaciones. La unión histórica de esas dos variantes gestó el argentinazo y hoy impulsa una nueva camada de jóvenes a tomar terrenos para poder sobrevivir de la peste.

Chile, Ecuador, Colombia y sobre todo Estados Unidos combinan la degradación del capital con el hartazgo histórico de los desposeídos frente a la represión policial. Argentina, por su puesto, no es una isla. Aunque, digamos, también en las islas como Puerto Rico estallan las revoluciones.

La crisis en su conjunto exige la perseverancia en los principios históricos de la clase obrera, tomar el hilo de su desarrollo, desenredarlo de los falseadores de la historia, tensarlo y cocer un nuevo capítulo. De la crisis surgirán revoluciones, indudablemente. Pero el problema de las revoluciones, debe decirse, es que triunfen. Hoy la vanguardia debe poner todos sus recursos a disposición de la huelga general, único método con el que la peste podrá ser enfocada con nuestros métodos y no el de los capitalistas que nos empujan a la muerte en masa. En parte, para los capitalistas, el coronavirus significa una limpieza fenomenal de fuerzas productivas como lo fueron las guerras mundiales, pero ahora sin poner un peso en armamento. Pero, como se sabe, la guerra también gesta gobiernos obreros como un gesto de amor a la historia y la humanidad. Creo que en esos niveles de debate se encuentra la situación actual.

¡Abajo los gobiernos capitalistas!
Direccionamiento de todo el sistema científico según los intereses de las masas y no de los empresarios.
Huelga general
Gobierno internacional de trabajadores.

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