diario obrero

La escuela toyotista

La escuela toyotista

By

/

read

Escribe Cata Flexer

En la última semana, los medios de todo el país se hicieron eco de las declaraciones de Daniel Herrero, CEO de Toyota, según el cual no logra conseguir empleados con el secundario completo. Algunos diarios fueron un poco más sinceros y completaron la frase: “aquellos que sí obtuvieron el título muestran falencias graves, por ejemplo, en comprensión lectora”, habría completado el gerente de la automotriz. Lejos de machacar a la escuela, en esta breve nota queremos analizar con un poco más de profundidad estos dichos.

Mariano Narodowski, es ministro macrista y “especialista” en educación, ensayó la siguiente explicación. Muchos chicos terminan el secundario, pero los que no lo terminan serían justamente los “pobres” que están destinados a trabajar en una fábrica, mientras que los hijos de la clase media desean seguir estudiando y no aspiran a este tipo de trabajo. Casi cualquier estadística seria sin embargo desmiente estos dichos: son muchos, muchísimos los hijos de la clase obrera que terminan el secundario. 

La prensa patronal debiera prestar más atención al análisis de sus propias fuentes, ya que Herrero señala que el problema no son los estudios alcanzados, sino que incluso quienes tienen estudios no tienen, entre otras cosas, “comprensión lectora”. Llama la atención que este sea el déficit señalado, cuando generalmente las cámaras patronales son las principales defensoras de una educación “para el trabajo” y el reemplazo en el currículum de contenidos “academicistas” por “habilidades blandas”.

La educación secundaria es obligatoria en Argentina desde el año 2006 (aunque ya lo era en algunas provincias, como CABA). Desde entonces, la escolarización no paró de aumentar. Desde 1996 a 2018 la matrícula del secundario creció un 35% y el crecimiento es mayor en los años más altos, es decir, que son menos los estudiantes que abandonan la escuela. Sin pretender que no existe la deserción (de hecho sólo el 50% de los jóvenes termina el secundario) son muchos más los graduados que en el pasado.

¿Qué pasa entonces? Herrera descubrió algo que el movimiento docente y estudiantil viene denunciando hace mucho: el vaciamiento de la escuela. Desde la crisis pre y post-2001 la escuela se ha degradado sobremanera. Nos referimos no solamente a edificios destruídos, viandas podridas o docentes mal pagos, sino a la destrucción de los planes de estudio. De la Ley Federal en adelante, sin excepción, se ha buscado reemplazar los contenidos básicos de la educación (esos que Herrera ahora se da cuenta que son tan necesarios) con “habilidades” separadas de cualquier contenido concreto: “Planificar, asumir riesgos, innovar, trabajar en equipo y liderar con una actitud emprendedora” es por ejemplo la definición que propone Junior Achievement, una ONG con múltiples convenios con ministerio de Educación.

Por otro lado, la propia crisis social fue convirtiendo a la escuela en espacio de contención, en todos los sentidos. No solamente alimentando a los estudiantes. La consigna desde “arriba” no es hacer todo lo posible por que los estudiantes logren los aprendizajes, sino “hacer todo lo posible y dar todas las oportunidades necesarias para que pasen de año” (clases de apoyo, materiales de estudio y becas, jamás). La escuela, en este sentido (y ojo, no estamos defendiendo de ninguna manera la desescolarización) es, ante todo, disciplina. Que los pibes en vez de estar en la calle o en sus casas, estén durante un tiempo estipulado en la escuela, siguiendo reglas, respetando un timbre y completando tareas. ¿Importa si aprenden? Poco. Y no es que la escuela no enseñe, enseña, y mucho, pero si no aprendemos no pasa nada, mientras hayas aprendido a portarte bien.

A esto debemos sumarle los múltiples planes para que quienes abandonaron los estudios los terminen, de los cuales el más conocido es el FINES. El objetivo de todos ellos, lejos de ser la elevación cultural de la población, es la entrega de títulos absolutamente devaluados en su contenido, ya sea porque hoy en día es requisito para cualquier trabajo, ya sea para mejorar la estadísticas educativas de los sucesivos gobiernos. Así, se han ido reduciendo o vaciando las escuelas nocturnas (el caso paradigmático fue en diciembre de 2019 el intento de cierre de los comerciales de la Capital) para su reemplazo por estos planes. 

La escuela está en crisis no porque haya deserción, la escuela está en crisis porque fundada en el paradigma de que la educación (supuestamente) era parte (y garantizaba) el ascenso social, hoy ni con un posgrado tenemos el salario en blanco garantizado. A ese contexto general se suman las reformas anti-educativas, que ahora los CEO que las defienden descubren que no les sirven ni para formar mano de obra, porque necesitan trabajadores disciplinados pero, como dijo Herrera “sepan leer el diario”.

Muy lejos estamos del defenestramiento de la educación de Clarín y La Nación, luchamos, en cambio, por una educación pública de calidad para todos, porque la educación capitalista no libera, pero que ayuda saber leer el diario para comprender y buscar transformar la realidad de raíz, ayuda.