Soledad Acuña debe renunciar

El fallecimiento de Maylén, estudiante de once años de la Escuela Primaria del Distrito Cinco ha sacudido, por ahora, a todos los trabajadores de la educación de la Ciudad de Buenos Aires pero, sin dudas, se transformará con el correr de las horas en un caso testigo que acrecentará la ira ya acumulada de todos los trabajadores de la Capital. A una semana del anuncio de la eliminación de planes alimentarios, la realidad le golpea de lleno la cara al gobierno. La tristeza se multiplica al notar que hace falta llegar a la muerte de una niña, de la pérdida de los sueños de una vida apenas iniciada, para dar cuenta del estado de situación intolerable que se vive en las escuelas, hospitales, barrios y comedores de la Ciudad.

La ministra Acuña ha pretendido convertirse en la propagandista de las posiciones derechistas en la Capital. Pretendían contraponer su modelo educativo al del resto del país, al del Chaco, Tucumán o Santiago del Estero sumidos en la miseria. Fracasaron. Para ello, se implementaban semana a semana reformas que presionan hacia la calidad educativa de la enseñanza, ya sea mediante la eliminación de notas numericas o mediante la utilización del lenguaje miserable de la “secundaria del futuro”. Pero no solo todo es cosmético, sino que forma parte de negociados que buscan la inserción de los grandes vendedores de cursos de formación entre los docentes e, incluso, entre los estudiantes. El día de ayer, el intendente PRO de San Isidro inauguró la primera escuela pública del país plenamente financiada y dirigida por Google. Se trata del reemplazo de la centralización del Estado por empresas FINTECH. El sistema de mails de los docentes porteños es vigilado desde las centrales de la misma empresa yankee.

Pero la cosmética de un país en derrumbe no mueve un ápice la vida cotidiana. En las escuelas, los pibes llegan con hambre y, sobre todo, gravísimas tensiones psíquicas que imposibilitan el desarrollo del aprendizaje. No haciendo nada con ello, se busca desmoralizar a los equipos educativos y que los profesionales huyan de las escuelas en busca de otros trabajos. Quienes resisten, se transforman en paladines de la lucha contra la barbarie y deben hasta bancarse aprietes de equipos directivos cuando sucede que estos siguen la línea del gobierno de la Ciudad. Mientras tanto, se avanza contra su salario devorado por la inflación y se eliminan prestaciones de la obra social. El caso de las licencias también es testigo, por ejemplo, desde esta semana solo se reconocen dos días de aislamiento por casos de COVID. En un momento en que la pandemia asciende otra vez en todo el continente, se trata de una medida de contagio global.

Las razones sobran para una lucha histórica. La muerte de nuestra joven debe despertar la organización que se había multiplicado en el año 2020 cuando el gobierno pretendió mandarnos al muere en plena pandemia. Habían, en aquel momento, crecido de forma exponencial las asambleas en todas las escuelas de la Ciudad que le impusieron su política al gobierno. Es evidente que deben sumarse a esta política, también, a los jóvenes, a los estudiantes, que son los más atravesados por esta situación junto a sus familias que muchas veces encuentran en la escuela un último refugio. Lo que ha sucedido con nuestra niña es que el gobierno hizo oídos sordos a los reclamos de toda la comunidad escolar. Es obvio que la situación no termina en un caso sino que se trata de miles y miles de familias que atraviesan la misma situación. Es hora de organizar la bronca. Empecemos por la renuncia de la ministra Acuña. Justicia por nuestra niña.

Que descanses en paz, Maylén. Te vengaremos.