Ahora, que cierren las fábricas

Escribe Cata Flexer

Sólo falta batir el récord de muertos por día, 485 el 09/10/2020, para poder cantar cartón lleno. Con 29472 casos el viernes 16/04 superó la mejor marca de nuevos casos diarios a nivel nacional, completando el podio los respectivos máximos para la Capital y la provincia de Buenos Aires. Argentina también rankea alto en “positividad”, un porcentaje demasiado alto de los test realizados dan positivo, lo que quiere decir que muchos contagios no se diagnostican. Aún así, el ministerio de Salud aprobó nuevos criterios restrictivos para hacer los test, ante la falta de insumos, entre ellos, el testeo a un sólo miembro de cada grupo familiar. Se llegó, tal vez por primera vez, a la utilización casi completa de las camas disponibles en las terapias intensivas, con una ocupación de entre el 95 y 100% en todos los grandes hospitales y clínicas públicas y privadas de la Capital. 

Sin embargo, fue la huelga decretada por los docentes de la capital y numerosos distritos de la provincia la que forzó la única medida realmente efectiva para la limitación de los contagios: la suspensión de las clases presenciales, aunque por apenas quince días. Alberto Fernánez parece haberse enfrentado no sólo a la oposición sino a buena parte de su gabinete para tomar esta decisión, la misma mañana del anuncio los ministros de educación y salud insistían en que la presencialidad no estaba en cuestión. Las apariencias a veces engañan, AF era consciente del creciente movimiento contra la presencialidad en las aulas, que se había impuesto a las conducciones gremiales, incluso de la izquierda que defendía una “presencialidad cuidada”, pero por sobre todo de un posible colapso de las terapias intensivas y todo el sistema sanitario. Los grandes capitalistas de la Salud, encabezados por los dueños de Swizz Medical y OSDE fueron los portaestandartes de la exigencia de medidas contundentes en un comunicado conjunto con el PAMI y obras sociales. El único límite a la política bolsonarista de “nueva normalidad” pareciera ser la posibilidad de no poder internar a los enfermos graves, sin ninguna contemplación frente al hecho de que a mayor contagio comunitario, obviamente más casos graves y muertes, puedan o no ser internados, y a las secuelas cardíacas y neurológicas que ya se han descrito incluso en los casos asintomáticos. 

La situación sanitaria sin embargo no hará más que empeorar en las próximas dos semanas, porque serán los contagios de los últimos diez días los que se manifestarán, no los que se den durante la duración de las nuevas restricciones. Es decir, que si los hospitales casi no tienen espacio para atender a quienes se contagiaron cuando los números rondaban los 10.000 diarios, es probable que no den a basto cuando se agrave el cuadro de quienes fueron diagnosticados cuando ese número se duplicó. ¿Qué pasará en quince días? ¿Se levantarán las magras restricciones cuando las temperaturas bajan y no hay evidencias de que los contagios vayan a reducirse drásticamente en apenas dos semanas, cómo prometió el presidente a Larreta?

Nos dijeron que la escuela no contagia, la evidencia dió por tierra con el mantra de Trotta y Acuña y las escuelas debieron cerrar. Dijeron que las fábricas no contagian, ¿para cuándo el cierre? La evidencia se acumula, el ausentismo laboral se incrementó en el último mes un 20%, mientras que numerosas fábricas han debido reducir la producción y hasta cerrar turnos enteros por brotes de COVID, como es el caso de Toyota. La respuesta patronal ha sido el apriete a los trabajadores para que eviten declarar que están enfermos o que estuvieron en contacto, a riesgo de perder premios y bonos, o directamente ser suspendidos. Esto ha provocado numerosos conflictos, por los paros en Bridgestone, Unilever o Acindar. Los trabajadores de supermercados, gremio precarizado si lo hay, han impuesto a las patronales el cierre a las 19, a pesar de las presiones para atender hasta las 22, también denunciaron los contagios en los locales: sólo en la última semana, 120 trabajadores de Carrefour enfermaron por COVID.

Lejos de las luces de la capital, los trabajadores de la salud protagonizan no sólo el combate contra el covid en los hospitales, sino también en las rutas neuquinas. Han ido a una huelga histórica con piquetes rodeando Vaca Muerta, ante la miseria salarial y las condiciones en las que deben atender. Se han ganado el apoyo de toda la población, demostrado en una marcha de antorchas de diez cuadras de largo por la capital provincial y en otras localidades. Es la profundización de una tendencia que ya se vió con el paro de la sanidad y el paro de los autoconvocados en Tucumán, los paros de la salud pública en capital y provincia, y demás movimientos que forzaron a FESPROSA a convocar a una jornada nacional de lucha que se cumplió bajo diversas formas el 07/04.

El problema de las paritarias no es exclusivo de la salud. El gobierno hace alarde, ante la escalada inflacionaria, de los acuerdos a los que llegó con la burocracia sindical, que se ajustó a la pauta del 29% que el gobierno estableció en el presupuesto 2021, cuando todos los estudios serios esperan no menos del 46%, siendo que sólo en los tres primeros meses fue del 13%. Una parte sustancial de la emisión monetaria que dispara la inflación, sin embargo, es en respuesta a la crisis sanitaria y social, la propuesta de “secar” el mercado, por tanto, sería un ajuste brutal contra los trabajadores, sin necesariamente dar una respuesta inmediata a la inflación. Los trabajadores debemos exigir, mientras tanto, la indexación mensual de los salarios y jubilaciones, así como toda prestación social, a la inflación, para evitar la pérdida de poder adquisitivo.

¿Qué esperan para cerrar todas las actividades no esenciales? Las supuestas restricciones en el transporte público son incompatibles con la concurrencia masiva al trabajo. De hecho, regían hasta la semana pasada y nadie las controlaba, por el simple hecho de que estaban convocados al trabajo la totalidad de los trabajadores, por más que supuestamente sólo los esenciales pudieran subirse al colectivos y trenes, y así seguirá siendo, porque el gobierno está decidido a ir a fondo con el sostenimiento de la “normalidad”. La arremetida contra la “irresponsabilidad” de los individuos, en especial de la juventud, pretende ocultar que mientras la mayor parte de la población concurra cinco días a la semana durante ocho horas a trabajar en fábricas, oficinas y locales comerciales, viajando dos horas por jornada en transportes hacinados, que se realicen “juntadas” sociales o familiares es absolutamente marginal. El virus, resulta, no es tan inteligente, y no puede diferenciar si estamos reunidos trabajando o socializando. 

Así como los trabajadores de la educación han cumplido un rol clave en la suspensión de la presencialidad, el conjunto de la clase obrera debe tomar su ejemplo y para toda actividad no esencial. Mientras no haya vacunación masiva, cualquier medida que no sea contundente (y la única medida contundente sería un aislamiento masivo) sólo es un paliativo para ralentizar los contagios pero no evitarlos. En un país con un 50% de trabajo en negro y más del 10% de desocupación, el estado debe garantizar los ingresos de trabajadores precarios y sin trabajo para hacer posible el aislamiento, sin la presión de salir a buscar el sustento diario. Los fondos que están para pagar miles de millones mensuales de intereses de Leliq (y de deuda a los bonistas demás acreedores internacionales), no estuvieron sin embargo para subsidiar a las familias. En una sociedad no regida por el lucro, no dudaríamos en parar toda actividad no esencialísima, pero en el capitalismo, los propios trabajadores son extorsionados a exponerse a la peste porque ellos mismos serían las víctimas de un quebranto empresarial; esta evidencia pone en cuestión, entonces el conjunto del orden social, que es incapaz de poner la salud de la población por delante de la valorización del capital.

La misma lógica rige hoy el faltante mundial de vacunas. Las diversas fórmulas desarrolladas con fondos públicos han quedado en manos de las grandes farmaceúticas. La liberación de sus patentes permitiría un avance muchísimo más rápido y eficiente de su desarrollo, y la producción en masa. Vale para Pfizer y vale para la “soviética” Sputnik V. Es un reclamo internacional y no localista por el abastecimiento nacional y por la socialización del trabajo científico. Los esfuerzos de la ciencia y la industria debieran estar puestos en la investigación y el abastecimiento sanitario, y en la colaboración internacional en este sentido. Por ejemplo ¿va a colaborar Argentina con Cuba, que ha desarrollado no una sino dos vacunas?

Que cierren las fábricas, oficinas y comercios no esenciales. Que no reabran las escuelas. Que se garantice la educación virtual para toda la población. Subsidio a desocupados y precarizados para hacer posible un aislamiento masivo. Todos los esfuerzos para combatir el virus. Si el capital no puede, acá estamos los trabajadores para gobernar.