Se puede leer en los medios de comunicación un intento político de dividir bandos de la guerra actual entre “Oriente” y “Occidente”. Más allá de la geografía terrestre, se trata de una diferenciación que las potencias imperialistas utilizan desde tiempos inmemoriales. Si se observa con atención, la guerra de Troya, en realidad, no tuvo mucho de guerra. En todo caso Homero construyó un relato mitológico para disfrazar la penetración del imperio griego en “Oriente” (el territorio troyano se encontraba en la actual Turquía), la invasión y devastación del pueblo troyano y los inicios expansivos de la democracia esclavista. Para ello, recordemos, se utilizó el mito del rapto de Helena por parte de Paris. La democracia se vestía de defensora del amor y la familia. Habría que ver si, en cambio, como dijo el sofista Gorgias en el Siglo IV, no fue Helena quien escapó por su propia cuenta de la barbarie a la que la democracia sostenía a la mujer. La de Gorgias fue la primera denuncia a la democracia occidental.
La división política (no geográfica) entre Oriente y Occidente es parte estructurante de las sociedades de clase. La reemplazará la unidad internacional del proletariado contra los invasores de ayer y de hoy.