Sobre la ecología| Osvaldo Coggiola

Junio de 2014

¿Cuál es la relación entre la crisis ecológica de la tierra y la humanidad, y el tema de la educación humana integral, incluida la educación física, que es la vocación de esta revista? Creemos que el marxismo es la única teoría capaz de establecer el vínculo necesario entre ambas preguntas. Las últimas noticias, por ejemplo, han dejado cada vez más claro el riesgo de calentamiento global (“efecto invernadero”). Una simulación realizada en enero de 2005 estableció que la Tierra puede calentarse durante el siglo XXI 11ºC (la elevación más alta pronosticada anteriormente era de 5ºC). La simulación predijo una acumulación de dióxido de carbono (CO2) equivalente al doble de lo que había en la atmósfera antes de 1750, es decir, antes del comienzo de la Revolución Industrial.

El llamado “efecto invernadero” obedece a la presencia de gases en la atmósfera, especialmente dióxido de carbono, generado por muchas combustiones (entre ellas, los motores comunes), que causa que una parte del calor recibido del sol, de los rayos infrarrojos que generalmente irradiaría al espacio, sea absorbido por estos gases, elevando la temperatura promedio del planeta. Esto es necesario para la supervivencia humana: si no hubiera efecto invernadero, la temperatura promedio del planeta sería 33ºC más baja (ahora es + 15ºC, por lo que sería -18ºC), haciendo la vida casi imposible. El problema consiste en saber que podría suceder si, al aumentar la concentración de CO2, la temperatura aumentase aún más. En períodos anteriores de la historia de la Tierra, había más CO2, y sabemos que hubo una temperatura más amena. Hoy este aumento se produce como consecuencia de la acción humana y su efecto es acumulativo y rápido. Hay predicciones extremas de que la temperatura aumentará, el hielo polar se derretirá, el mar se elevará e inundará todo. Los estudios más serios rechazan esta predicción extrema: la suba podría alcanzar unos diez metros, pero en un escenario de siglos. La crisis climática es severa, pero menos que la bioquímica y biológica, cuyos efectos son irreversibles. Según una fuerte corriente de científicos, la Tierra ha entrado en una nueva era, el antropoceno, caracterizado por cambios globales en el medio ambiente como producto de la acción humana. Debido a su éxito como especie, los humanos se han convertido en una “fuerza geológica” de cierta importancia: la dimensión humana debería incluirse en los modelos del sistema terrestre, ya que existirían procesos geofísicos potencialmente inestables (en una lista de los doce principales, la devastación de La selva amazónica ocupa un lugar destacado) debido a la acción humana.

En El Capital, Marx no se limitó al análisis de las consecuencias de la acumulación capitalista para el trabajador, sino también para el entorno natural en sí: «Con el predominio cada vez mayor de la población urbana, aglutinada en grandes centros, la producción capitalista se concentra por un lado , la fuerza impulsora histórica de la sociedad, pero, por otro lado, obstaculiza el intercambio entre los seres humanos y la naturaleza, es decir, el regreso a la tierra de los elementos del suelo usados por el hombre en forma de alimentos y ropa, es decir, perturba la eterna condición natural de una fertilidad duradera de la tierra. De esta manera, la producción capitalista destruye tanto la salud física de los trabajadores urbanos como la vida mental de los trabajadores rurales. Todo el progreso de la agricultura capitalista es un progreso no solo en el arte de aprovecharse del trabajador, sino también al mismo tiempo, del arte de saquear el suelo; todo progreso para aumentar su fecundidad en un período dado es al mismo tiempo progreso en la ruina de las fuentes duraderas de esa fertilidad, por lo tanto, la producción capitalista no desarrolla la técnica y la combinación del proceso social de producción más que socavar al mismo tiempo, las fuentes de las que emana toda la riqueza: la tierra y el trabajador ».

En El Capital, obra de ‘ciencia social’, Marx ya alertaba sobre este problema (la destrucción del medio natural por la anarquía productiva del capitalismo), que hoy sería la base del “pensamiento ecológico”. Es el mismo tema que Friedrich Engels abordó en su trabajo de ‘ciencia natural’, la Dialéctica de la naturaleza, escrita en 1876, demostrando que para ambos pensadores la crítica del capitalismo no se basó en ninguna ciencia en particular sino en una concepción del mundo total, que articulaba tanto el conocimiento de las ciencias sociales como el de las ciencias físicas y naturales.Decía Engels en el trabajo citado: “No presumamos demasiado de nuestras victorias sobre la naturaleza. Ella se venga de cada una de ellas. Cada victoria trae, primero, los beneficios que esperábamos, pero luego acarrea consecuencias diferentes, imprevistas, que a menudo destruyen incluso los primeros efectos beneficiosos.”

“Las personas que en Mesopotamia, Grecia, Asia Menor y otros lugares, lejos estaban de pensar que, al mismo tiempo que diezmaban los bosques para ganar tierras para la agricultura, sentaban las bases de sus desiertos actuales, destruyendo con los bosques los centros de acumulación y conservación de la humedad. En el lado sur de los Alpes, los montañeses italianos que asolaron los bosques de coníferas cuidadosamente conservados en el lado norte no sabían que de esta manera terminarían con la cría de ganado en alta montaña en su territorio. Sabían aún menos que con esta práctica privaban de agua las fuentes de montaña durante la mayor parte del año, y que aquellas, durante las estaciones lluviosas, descargarían sobre las llanuras tormentas torrenciales más furiosas…”.

Y así, los hechos nos recuerdan a cada paso que no reinamos sobre la Naturaleza, como un conquistador reina sobre un pueblo extranjero, es decir, como alguien que estaba fuera de la Naturaleza, sino que le pertenecemos a ella con nuestro cuerpo y nuestro cerebro, que estamos en medio de ella y que todo nuestro dominio sobre ella reside en la ventaja que tenemos sobre todas las demás criaturas de conocer sus leyes y poder usar ese conocimiento sabiamente. De hecho, aprendemos cada día a comprender estas leyes de manera más correcta y a conocer las consecuencias naturales más lejanas de nuestras acciones corrientes en el área de producción y, en virtud de ese conocimiento, a dominar estas consecuencias. Cuanto más avanzado sea este conocimiento, más los hombres no solo sentirán, sino que sabrán que son parte de una unidad con la Naturaleza, y se volverá insostenible la idea más absurda y antinatural de la oposición entre espíritu y materia, entre hombre y naturaleza, entre alma y cuerpo, idea que se extendió en Europa después del declive de la antigüedad clásica, y que conoció con el cristianismo su desarrollo más amplio.

La economía política clásica comenzó un movimiento que será liquidado por el marxismo: el desplazamiento de la atención del intercambio (circulación), que había caracterizado el pensamiento mercantilista, a la producción, y la noción misma de modo de producción como la clave para interpretar la historia humana y, a partir de cierto grado de desarrollo histórico, también de la historia natural. Materialistas, Marx y Engels siempre han considerado la historia humana como parte de la historia natural. Las diversas formaciones socioeconómicas que se suceden históricamente “son modos diversos de la mediación de la naturaleza. Desdoblada en el hombre y el material a trabajar, la naturaleza siempre está en sí misma a pesar de este desdoblamiento”. Al mismo tiempo, Marx era consciente de que, por su carácter tendencialmente global, el modo de producción capitalista cambiaba cualitativamente las relaciones humano-naturaleza. En su obra maestra, señaló: “El capital se eleva a tal grado que hace que todas las sociedades anteriores aparezcan como desarrollos puramente locales de la humanidad, y como una idolatría de la naturaleza… y la naturaleza se convierte en un objeto para el hombre, en algo útil”.

Debido a su carácter mundial y su carácter contradictorio, el capitalismo planteó teóricamente la posibilidad de una crisis global en las relaciones hombre-naturaleza. En La ideología alemana, Marx agregó: “En el desarrollo de las fuerzas productivas, ocurre una etapa en la que nacen fuerzas productivas y los medios de circulación que no pueden sino ser nefastos en el marco de las relaciones de producción existentes, y que ya no son fuerzas productivas, sino fuerzas destructivas (maquinaria y dinero). Vinculado a lo anterior, también nace una clase que soporta todas las cargas de la sociedad, sin disfrutar de sus ventajas, que es expulsada de la sociedad y que se ve obligada a la oposición más abierta a las otras clases. Una clase de la cual son parte la mayoría de los miembros de la sociedad y donde surge la conciencia de la necesidad de una revolución radical, que es la conciencia comunista que, por supuesto, también se puede formar en las otras clases cuando ven la situación de esa clase.

Si la perspectiva concreta de una crisis ecológica estaba inscripta en el desarrollo capitalista, también quedó claro que el desarrollo mismo de las fuerzas productivas proporcionó las bases para su superación. En el texto citado anteriormente, Engels declaró que «también en este campo, solo podemos obtener gradualmente una visión clara de los efectos sociales indirectos y remotos de nuestra actividad productiva a través de una experiencia larga y a menudo dura, y mediante la obtención y selección de material. Así, nos es posible dominar estos efectos también, pero lograr esta regulación requiere más que un mero conocimiento. Requiere una alteración total en el modo de producción que hemos estado siguiendo hasta hoy y, con el, todo nuestro orden social en su conjunto». Marx ya había señalado que «las culturas que se desarrollan de manera desordenada y no son dirigidas con conciencia, dejan desiertos a su paso».

El capitalismo no escapó a esta regla. En El Capital, Marx declaró que «en Londres, la economía capitalista no encontró un mejor destino para el estiércol de cuatro millones de hombres que usarlo, a un costo gigantesco, para convertir al Támesis en un foco pestilente». Si Marx notó la degradación urbana causada por el capitalismo industrial, también fue partidario del reciclaje de residuos industriales, en el texto citado: «Con el trabajo a gran escala y la mejora de la maquinaria, las materias primas que en su forma actual no son utilizables, puede transformarse para adaptarse a una nueva producción. Es necesario que la ciencia, en particular la química, avance en el descubrimiento de las propiedades útiles de los desechos».

La característica de la era actual consiste en que las tendencias destructivas del capitalismo, ya señaladas por Marx, ahora operan a escala global, despojando el anacronismo histórico de la supervivencia de este modo de producción de la vida social, y la necesidad de su sustitución por un nuevo régimen social, basado en la propiedad social de los medios de producción, el comunismo.

Un programa revolucionario para enfrentar la crisis ecológica debería basarse en las siguientes premisas: 1) Los recursos de la biosfera son limitados y deben reintroducirse después de su uso por el hombre en ciclos naturales, de lo contrario se agotarán permanentemente; 2) La integridad de estos ciclos naturales debe ser preservada; 3) La contaminación por tecnología moderna destruye la integridad de estos ciclos; 4) La lucha contra la contaminación es imposible cuando se utiliza esta tecnología, y requiere el uso de otras tecnologías racionales y no contaminantes. 5) Estas tecnologías existen o podrían existir, pero no son desarrolladas o empleadas por el imperialismo capitalista, ya que son infinitamente menos rentables para los capitalistas que las utilizadas actualmente.

A partir de este conocimiento básico, una discusión debería concluir con la elaboración de un análisis de los aspectos económicos y políticos de los problemas, y la elaboración de una posición concreta, internacional, sobre estos temas. Una serie de cuestiones podrían definirse como urgentes: 1) Poner fin a las diversas formas de contaminación de agua, ríos y suelos; 2) Fin a la destrucción planetaria de los bosques, pulmón indispensable de la biosfera y garantía de mantenimiento del suelo; 3) Fin a la explotación irracional de los suelos y las diversas formas de saqueo y desperdicio de los recursos minerales, vegetales y animales de la tierra; 4) Fin a la destrucción sin el retorno del medio ambiente natural y las especies vivas; 5) Elaboración de un relevamiento de los problemas fundamentales que afectan a la biosfera y los procesos geofísicos potencialmente inestables, debido a la acción humana, y sus interacciones mutuas, para definir un programa de desarrollo mundial de las fuerzas sociales productivas basado en el restablecimiento creciente del equilibrio sociedad humana / naturaleza.

Esto tendría implicancias para todos los aspectos de la actividad humana, incluida, principalmente, la educación, que debería romper la brecha entre la educación científica/humanista y la educación técnica (base de la división entre trabajo manual e intelectual), así como entre formación intelectual y formación (o educación) física. La perspectiva del socialismo debe redefinirse constantemente a la luz de los cambios históricos y naturales y la profundización del parasitismo y anacronismo capitalistas. O, como dijo el científico Roland Sheppard en Whither Humanity? The environmental crisis of capitalism: “Si no derrocamos el capitalismo, no tenemos ninguna posibilidad de salvar ecológicamente al mundo. Creo posible una sociedad ecológica bajo el socialismo. No la creo posible bajo el capitalismo”. Esta es la única perspectiva realista que permitirá encarar con chances de éxito la crisis mortal de nuestra civilización.

4 comentarios sobre “Sobre la ecología| Osvaldo Coggiola

  1. Pingback: พรมรถ

Los comentarios están cerrados.