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Editorial | Un gobierno offshore

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Independientemente de que el propio CEO de FATE – Madanes Quintanilla – haya rechazado la medida desesperada del Ministro Sergio Massa de abrir las importaciones de cubiertas porque «el modelo de producción brasileño es distinto al argentino y sería imposible ubicarlas en la escala productiva», la salida propuesta se asemeja a toda la política que ha desarrollado el gobierno de los Fernández desde su asunción en Diciembre de 2019. Al día de hoy, el ejemplo material de la destrucción acelerada de la industria nacional se encuentra representada mejor que nadie por el Secretario de Industria y ex titular de la UIA José de Mendiguren. Entre la prensa financiera se lo llama con el epíteto de «industrial sin industria» porque desde casi una década ha vendido todas sus acciones de Alpargatas S.A. para lanzarse de lleno a la timba financiera.

Hay que preguntarse, entonces, por dónde anda la City de Buenos Aires porque parecería allí jugarse el rol de la industria. Las estrellas que ofrece el Banco Central hoy – 28/9 – se dividen entre 1) Instrumentos para Fondos Comunes de Inversión (LELITES) y 2) Instrumentos para «creadores de mercado» (LEDES y LETER). Son todos bonos creados por el mismísimo Martín Guzmán cuyos acreedores tienen nombre y apellido, Pimco Templeton. La manipulación de estos bonos que se liquidan dos veces por semana son los que deciden el volumen de inflación mensual. Los Ledes se ajustan por la inflación que indique el INDEC + un plus de 12%, es decir que la inflación oficial es mayor que la informada. Aunque este problema haya desaparecido de los medios de comunicación, la manipulación que llevaba a cabo el secretario de comercio Guillermo Moreno continúa vigente. También los LEDES se encuentran ajustados por PUTS, una cláusula de seguridad típica de las que se desataron en Wall Street luego de la crisis del 2008. De acuerdo al PUT, en caso de que la alta inflación haga insostenible su pago, el Banco Central se hará cargo de financiarlo. El problema que generan las huelgas repetidas a lo largo del país es que frenan este círculo constante. La posición de Massa es la de la Casa Blanca. Produzcan… ya.

El caso del dólar es idéntico. Los chacareros compraron doscientos pesos por cada dólar que recibieron de la exportación de soja, una materia prima que se ha vuelto esencial para toda la cadena productiva de la alimentación – y no sólo de la carne. Con los doscientos pesos compraron lo que pudieron del tope del dólar oficial a 140 y con el resto se fueron al Contado con liquidación que les garantiza – lo mismo – préstamos atados a la inflación. Ya no existe sector de la burguesía que carezca de un dólar propio, sobre todo, el gran capital. El denominado «dólar alimenticio» también tiene destino con nombre y apellido: Unilever, Coca Cola y Arcor, esta última que acaba de unificarse nada menos que con la estrella del mercado internacional, la farmaceútica Pfizer. Basta recorrer los Farmacities para observar la gran cantidad de golosinas con complejos vitamínicos que se consiguen. Con el dólar propio, Coca Cola hace lo mismo que los sojeros en el Banco Central. Es todo un régimen que apuesta a la inflación lo cual no cabe en absolutamente ningún análisis de la macroeconomía. Además de no poder hacerle frente a los pagos del Fondo Monetario, lo que está en crisis son los bonos en manos de entidades privadas. Es una catarata de crisis que carecen del colchón que tuvieron para subsidiarse en 2008 y 2020.

En este marco, la prensa oficial le tira la pelota a las condiciones laborales de la Argentina, lo cual se ha transformado en un ataque vacío porque el avance contra los convenios laborales «del 45» (que en realidad vienen de antes y fueron reformados bajo la presidencia de Perón) ha sido la ley bajo la cual se ha gobernado en los últimos 40 años, ya sea mediante las privatizaciones de los noventa o el auge del «trabajo informal» (14 millones de personas, aproximadamente la mitad de la población adulta). A su manera, el ascenso clasista de la última década posee una génesis defensiva mientras que la burguesía apunta a una ofensiva definitiva de reestructuración laboral. En este simple esquema se define, por un lado, la ofensiva internacional de la OTAN y el FMI y, por el otro, la masacre que Putín está gestando entre ucranianos pero, sobre todo, entre sus propios soldados rusos.

Argentina no está exento a la guerra mundial ni tampoco lo está la respuesta de Massa a la huelga del neumático. El mismo día que anunció la apertura de exportación (a empresas que son las mismas que producen aquí) Alberto Fernández decretó – bajo legislación de la OCDE – una organización del comercio digitada por USA y la Unión Europea – que desde el 1º de octubre todas las importaciones se regularán de acuerdo a una LNA – licencia no automática. Son sesenta días que posee la aduana para verificar importaciones. En Le Monde Diplomatique, un alto funcionario coreano salió a denunciar esta medida que se está llevando a cabo en el mundo entero como una restricción a su comercio. El Cronista Comercial ubicó esta información en la sección dedicada a China. Massa es un funcionario comercial de la OTAN, de la cual ha habido avances decisivos en la política latina de las últimas semanas. El propio Zelensky dio una videoconferencia nada menos que en la Universidad de Gabriel Boric.

Ahora bien, de defensiva, en el marco de una crisis social expansiva, las huelgas obreras se transforman en ofensivas como los docentes santafesinos, porteños o hasta los propios estudiantes secundarios. La situación ha dado un giro en relación a los movimientos huelguísticos – digamos – se ha avanzado algunos casilleros y se han dado vuelta algunas premisas en relación a la crisis del 2018. En Julio de este año, la relación entre los fondos del Banco Central y los intereses próximos a pagar era de 140%. Hoy se calcula en 200. En 2018 las huelgas docentes no encontraban el impulso industrial que las empuje y recaía sobre ellas la responsabilidad de colocarse en el centro de la escena política. Su aislamiento dio lugar a la conformación de un bloque de gobierno opositor al macrismo que le cuidó las espaldas – El Frente de Todos y el Frente de Izquierda. Se trata de una situación que se ha agotado. Habrá que ver… pero el entusiasmo por Cristina 2023 parece empezar a esfumarse y para la llegada de las elecciones en nuestro país, Lula ya habrá tenido que avanzar de forma inconmensurable en Brasil contra la clase obrera, por lo que no le funcionará de estandarte. Es en ese marco que un sector del kirchnerismo – en este caso fue el propio Navarro – convocó a «votar a la izquierda en 2023 en vez de al peronismo». Pero en la izquierda recaen infinitas aristas porque su adaptación al Estado la ha transformado en un digitador de movimientos masivos como el de los desocupados entre los cuales alcanzar una consciencia electoral requeriría de un proceso de desviación político digitado desde arriba que las luchas, los acampes, las huelgas y los piquetes le bloquean.

La lista negra es ella misma fruto de este proceso pero en su etapa de avance. Se trata de una unión entre anti macristas declarados y el Comité Central del Partido Obrero que ayudó a fiscalizar la elección y expulsar físicamente a la burocracia. La lista de Wasiejko era denunciada ella misma por no pretender sumarse a la CGT y defender su propio quincho. A ella se sumó nada menos que Patria Grande – hoy dirigida por Juan Grabois. Si se observa bien los movimientos políticos son proporcionalmente opuestos. Por abajo, la clase obrera avanzó hacia una diferenciación aguerrida de la burocracia y, por arriba, Belliboni avanzó a un frente sin disidencias con el graboisismo. En todo caso la posición consecuente es la del PTS que se sostuvo desde el día cero como opositor férreo a la Lista Negra.

Pero bien, obviamente enganchar las clavijas de los conflictos obreros con la crisis bélica internacional no es aún claro entre la masa en conflicto. Sin embargo, la medida dictada por la OCDE y el blanqueo de capitales que le propuso Janette Yellen – jefe del tesoro yanqui – a Massa van en dirección a una nueva etapa de reorganización económica internacional. Mirado desde este lado, representa un aislamiento de la Argentina del mercado mundial – casi una medida cubana – pero observada en su plano general Estados Unidos desarrolla un mercado internacional carente de fronteras. Se trata de un avance hasta geográfico contra el país, lo cual explica la desesperación de los medios – más de un siglo después de la campaña al desierto – contra el pueblo mapuche de la patagonia, contra los complejos deportivos en la Capital, contra los terrenos en Guernica y toda la provincia de Buenos Aires.

En este tipo de crisis global suele ponerse en juego todo el proceso histórico que lo antecede. Si es por la historia reciente, deberíamos decir que vivimos el derrumbe de algo así como el post menemismo. Sin embargo, sería ello un reduccionismo, es toda la constitución política del capital argento la que se pone en juego. Por lo general, en su historiografía de Mayo, la izquierda se ha ocupado de denunciar el carácter contrarrevolucionario de Manuel Belgrano dando pie a una supuesta línea revolucionaria de Mariano Moreno y, sin embargo, fue el propio Moreno el que en su plan revolucionario organizó la milicia patricia con el objetivo de establecer – está bien, contra los reales – pero también contra el populacho – las bases del comercio digitado por el capital inglés. En toda su historia la burguesía nacional ha virado a uno u otro sector del imperialismo en puja, situación que hoy divide al Congreso entre accionistas pro china, pro europeos o pro yanquis. Entre las propios fabricantes de neumáticos no existe unidad sino competencia desleal.

El espíritu huelguista sacude a la Argentina. Supera en creces a 1975 porque las fuerzas armadas carecen de capacidad política para pilotearla y sobrepasa al 2001 porque la caída de las reservas, el derrumbe de la industria, la crisis de bonos, el fracaso de la salida mediante carteras digitales, el remate – como sucede en Italia – de las acciones nacionales como bonos de deudas baratos, la desesperación humana que gesta la guerra, la política criminal del imperialismo frente a la pandemia – todo ello – gesta un sismo infinito y acelerado en lo más básico, como lo es el costo de vida. Los residentes de la Capital se movilizan porque trabajan guardias de 24 horas por salarios de cincuenta mil pesos.

Cuando Marx estudió la acumulación originaria del capitalismo asumió que este proceso se podía volver a repetir de forma incesante si – y solo sí – el capital poseía condiciones políticas para retomar la expropiación que había llevado a cabo contra los talleres y gremios medievales. Esta idea lo empujó a idear el concepto de Partido Obrero y de Partido Comunista porque en cada crisis de reestructuración se trata de la preparación adecuada para hacerle frente. Es en este punto que ha fallado la revolución chilena. La responsabilidad cabe de lleno al Partido Comunista de Chile que inmovilizó desde 2019 hasta aquí a la Central Única de Trabajadores y la convirtió en su unidad básica, además de avalar la movilización permanente de las fuerzas armadas y otorgándole el lugar político que había perdido. Las responsabilidades del movimiento obrero – como se ve – no son menores.