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El imperialismo, responsable de la masacre | Jorge Altamira, 11 de septiembre de 2001

El imperialismo, responsable de la masacre | Jorge Altamira, 11 de septiembre de 2001

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Los atentados que ensangrentaron, el martes 11, al pueblo norteamericano, no encuentran ninguna otra explicación que en la avanzada barbarie del capitalismo mundial.

Barbarie capitalista

Sólo en la última década, el imperialismo internacional, con la Otan y el imperialismo yanqui a la cabeza, fue responsable de la masacre sistemática del pueblo de Irak; de los pueblos de los Balcanes; del pueblo palestino; del Líbano; de los pueblos africanos de Ruanda, Congo y Sierra Leona; del pueblo kurdo en Turquía; de los campesinos colombianos y bolivianos.

Una década antes, fue el responsable de los 30.000 desaparecidos en Argentina; de los Pinochet; de los planes Cóndor; de la guerra colonial de Malvinas. Diez años más atrás, masacraba con napalm a los pueblos de Vietnam y del sudeste asiático.

Las «razones» de esta barbarie: perpetuar el régimen de explotación capitalista y la opresión y el saqueo de las naciones más débiles.

La barbarie «silenciosa» también es inmensa. Hambrunas masivas; mil millones de desocupados; crecimiento sin precedentes de la pobreza y del desamparo, y de la desnutrición, explotación y prostitución de la niñez.

Estados Unidos, Estado policial

La barbarie tiene su centro en la nación más desarrollada del capitalismo. Estados Unidos es el país más represivo del mundo; el que tiene la mayor población carcelaria por habitante. Debajo de su apariencia de prosperidad, conseguida mediante la expoliación del resto del planeta, se esconde un régimen de feroz explotación social, discriminaciones de todo orden, un enorme Estado policial. La fachada liberal no alcanza para esconder que es la nación que más lejos ha llevado la estatización de las relaciones sociales. La violencia cotidiana que caracteriza a los Estados Unidos es la expresión de la brutal naturaleza opresiva de su régimen político.

Precisamente por esto, en Estados Unidos está presente el fascismo más feroz. En 1995, la «extrema» derecha dinamitó un edificio del FBI, matando a casi doscientas personas. Esos mismos «extremistas» aterrorizan y asesinan a quienes ejercen el derecho al aborto. El fascismo está instalado en la policía y fuerzas de seguridad, que han convertido en un hábito el apaleamiento de negros y de homosexuales. El derechismo fascistizante tiene una presencia dominante en el partido gobernante, el Republicano, a través de la «Christian Coalition», entre otros grupos. Maneja en gran parte la «agenda» de Bush.

La emergencia de la crisis mundial

Las contradicciones violentas que caracterizan al imperialismo yanqui se manifiestan en la enorme crisis política que explota cada tanto en Estados Unidos. El asesinato de Kennedy, en 1963; la destitución de Nixon, en los ’70; las rotaciones de presidentes hasta los ’80; las conspiraciones contra Clinton; el fraude electoral reciente.

Con el derrumbe de las Bolsas y de un sinnúmero de monopolios, y con la perspectiva de la depresión mundial de un lado, y con el levantamiento palestino, la crisis política y social creciente en América Latina, y el empantamiento explosivo en los Balcanes, del otro lado, la tensión política en los Estados Unidos va creciendo hacia el paroxismo. Las movilizaciones internacionales de Seattle, Praga, Niza, Génova, contra los Estados imperialistas, han revivido entre los explotadores el temor a «un Mayo del ’68» a una escala muchas veces mayor.

Los trabajadores, víctimas del imperialismo

Ahora, miles de trabajadores norteamericanos han caído mortalmente, víctimas de atentados impresionantes que están relacionados con las fechorías de sus explotadores y de sus gobiernos. Han sido víctimas de los actos, de la política y de la diplomacia de un régimen asentado en la sangre. Los autores del atentado del martes pueden encontrarse entre terroristas de las naciones o pueblos victimizados, o entre los fascistas norteamericanos. Muchos piensan que, en cualquier caso, no estaría ausente la «conexión local», es decir los servicios de seguridad, que por algo fracasaron en sus previsiones. En cualquier caso, ha quedado al desnudo la impotencia del Estado policial y de su sofisticada tecnología, para conciliar los antagonismos sociales o internacionales o contener la crisis del capitalismo mundial, cada vez más explosiva. Ningún «escudo antimisiles» puede encerrar en un cuadro artificial a las contradicciones insalvables del capitalismo.

No a la fascistización

Los pueblos del mundo enfrentamos ahora el peligro de una militarización aun mayor de la política mundial e incluso de una mayor fascistización, que se justificará a sí misma en nombre de la lucha antiterrorista, la seguridad individual, la paz y hasta la democracia. Abonan este camino los que hablan del inicio de «una tercera guerra mundial», de un «choque de civilizaciones» o de la «amenaza islámica». Pero los Bin Laden son criaturas de la CIA norteamericana misma, que lo construyó de arriba abajo en la guerra contra los rusos en Afganistán. Nadie habla de la «conexión local».

Unidad obrera internacional

Ante esta nueva situación mundial, llamamos a los trabajadores de todo el mundo a reforzar la lucha conjunta por las libertades democráticas y contra el Estado policial; por la recuperación de los salarios y de las conquistas sociales perdidas; por la expropiación de los grandes monopolios armamentistas; por el apoyo a la lucha nacional de los pueblos oprimidos; por la refundación de una Internacional Obrera, que luche por un gobierno internacional de los trabajadores.