Escribe Cata Flexer
El correr de la peste ha dado la razón a quienes rechazaban la vuelta a la presencialidad. Del otro lado, el jefe de gobierno porteño se ha transformado en el representante argentino de la política bolsonarista. Nos interesa en esta ocasión poner en debate la educación virtual.
Lo cierto es que en los niveles inferiores de enseñanza, nadie duda de que la educación presencial es esencial. Nos imaginamos a la maestra tratando de iniciar en la alfabetización a los niños de primer grado por zoom. Tarea casi tan difícil como la de la misma maestra frente a alumnos a los que por protocolo no se puede acercar, a quien ven tan lejana como cuando estaba en una pantalla… aunque ahora la ven una semana sí y otra no (eso si no aíslan a la burbuja o a la seño por contagio o contacto estrecho). Sumemos por estos meses el frío en las aulas con ventanas abiertas por protocolo. En ningún caso la escuela ha vuelto a ser la misma.
La Nación de 30/05 saca en la tapa un artículo que podría haber sido reproducido hasta por un periódico de izquierda, Un día en la escuela virtual: crónica de la desigualdad. Allí se retrata la polarización entre los hogares con internet y dispositivos electrónicos (y no se deja de observar las condiciones laborales de padres, habitacionales y alimenticias de las familias) en un hogar de clase media alta frente a un hogar en una villa. El diario de Mitre se olvida de señalar, sin embargo, lo evidente: los responsables de esa polarización son los sucesivos gobiernos. Podríamos decir el capitalismo mismo, pero no exageremos. Hace menos de una década, el gobierno nacional repartía computadoras a todos los estudiantes de secundaria. Los nacionales y populares no revirtieron en este punto (y en ningún otro) el ajuste macrista. En la Ciudad, también repartía netbooks el gobierno porteño. También supo haber un sistema de conexión de internet gratuito para las computadoras del Plan Sarmiento, el wimax, que fue desmantelado en 2016. Para dar internet a todas las familias alcanzaría con que el Estado reparta una tarjeta SIM a cada estudiante y pague el costo de la conexión.
Macri y Larreta han sido arduos destructores de la figura docente. Incentivaron la idea de un «docente facilitador del aprendizaje» de la mano de la Nueva Escuela Secundaria (NES). Traducción: el pibe se ve unos tutoriales por youtube, aprende, y en todo caso el docente le da una mano cuando no entiende algo. En medio de la pandemia el gobierno de CABA dictó cursos sobre cómo enseñar en entornos virtuales y bimodales donde se sugería la utilización del modelo de «aula invertida», esto es, que la “explicación” estuviera en el entorno virtual, y que los chicos utilizaran el espacio presencial para hacer actividades o sacarse dudas.
Ellos mismos hablaban de la virtualidad como una revolución educativa que ahora rechazan escandalosamente. Recuerda a aquello que decía Sarmiento de una «oligarquía con olor a bosta» que, a costa de defender sus intereses, se negaba al proceso técnico de su propio país. El rechazo al uso de herramientas tecnológicas en la educación lo tuvo también al Ministro Trotta a la cabeza. De conjunto, el régimen rechaza que la Argentina disponga sus recursos científicos a innovar en la virtualidad entregando toda la inciativa a los grandes monopolios de la tecnología imperialista como Google. El Estado continúa sin plataformas propias, regalando en bandeja los datos de la educación argentina.
Finalmente, la hipocresía del régimen se nota al recordar que previo a la pandemia el debate era al revés: los defensores acérrimos del giro virtual de la educación eran ellos. Les era útil para precarizar el trabajo docente, estandarizar contenidos y vender cursos de formación. La pandemia ha quitado más de una careta.