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Enseñar historia | Cata Flexer

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Soy historiadora. No… soy profesora de Historia…. y con el tiempo descubrí que lo me inspira más a estudiar la historia es enseñar. No sólo ubicarme en el período sobre el que tengo que enseñar, sino saber qué de todo eso que aprendí en la facultad o por mi cuenta tiene sentido que transmita en el aula. La siempre presente pregunta de para qué enseñar historia, y qué enseñar. 

Seamos sinceros, un poco de cultura general nunca viene mal, pero mis estudiantes ya saben usar wikipedia ¿Es eso todo lo que tenemos para ofrecer en la clase de historia? ¿Muchos conocimientos, poca sabiduría, como le dijera cierto personaje a Obi Wan Kenobi en Episodio II? Sorprendentemente así como ya saben utilizar la Wikipedia, los pibes la erran feo a la hora de dar uso a esa catarata de datos para elaborar algún razonamiento se trata. Un por qué, un para qué, alguna relación entre hechos. Por suerte, porque sino se demostraría la tristemente difundida teoría del docente-facilitador salida de la tecnocracia de la educación que hermana al progresismo k y al macrismo capitalino. 

O no, porque esta buena gente piensa que claro, como la información “está disponible” de lo que se trata es de enseñar “capacidades”. Bueno, manos a la obra, enseñemos la capacidad de establecer relaciones de causa-consecuencia. Enseñemos la capacidad de conceptualizar, es decir, producir (o utilizar) conceptos abstractos para referirnos a toda una serie de realidades individuales concretas. Una vez, un miembro de conducción de una escuela (que no era profesora de historia ni nada que se le parezca) vino a observar una clase sobre Revolución de Mayo. Tema difícil, en ese momento se daba en cuarto año, ahora en tercero. En su comentario posterior sobre la clase me cuestionó haber dado mucha “información”, cuando yo tendría que haber desarrollado algún concepto. Pero claro señora, estaba enseñando el concepto de soberanía, pero resulta que para comprenderlo era necesario tener primero algunos datos sobre el caso concreto del Virreinato del Río de la Plata en 1810, cosa que a partir del proceso revolucionario los estudiantes pudieran siquiera acercarse a construir un concepto tan abstracto como soberanía para luego poder aplicarlo a otros casos. Imposible, a razonar se enseña razonando, razonando sobre hechos concretos, no en el vacío. 

Nos decantamos entonces porque alguna utilidad enseñar hechos y procesos del pasado tiene algún sentido. Volvamos a lo de que, dentro de la larga historia universal, qué enseñar y para qué. Ustedes podrían decirme que eso ya está definido por los planes de estudio (el famoso diseño curricular). Bueno, ok. Pero eso es sólo una larga lista de temas a tratar. Por ejemplo “Grecia Clásica”. Ok, qué enseñamos de todo esto. Bueno, eso tuve que decidir hace un par de meses. Si vamos al manual, tenemos en menos de diez página resumido TODO lo que se puede decir del tema. En uno o dos párrafos se resumen temas tan amplios como las sociedades cretense y micénica, la “edad oscura” y el período helenístico, mientras que a la grecia arcaica y clásica se les dedica un poco más, para poder abarcar desde las dos olas de colonización griega (bueno, una es en la edad oscura), las reformas que dieron lugar a la democracia, los sistemas (supuestamente opuestos) ateniense y espartano, las Guerras Médicas, la Guerra del Peloponeso y las conquistas de Alejandro Magno. Todo, en diez páginas. Qué puede llegar a hacer un estudiante (o cualquier persona) con UN párrafo, UNO, que le “resuma” alguno de los tópicos que acabo de nombrar. Básicamente sólo le queda repetir como un loro una suma de palabras. Un recorrido de ese tipo implicaría enseñar mucho para no enseñar nada al fin y al cabo. 

 

Elegí entonces otro camino. Elegí una perspectiva “difícil”. Incluso elegí como material de estudio sobre Grecia un texto también “difícil”, un capítulo de Perry Anderson (recortado y parcialmente adaptado). Pero durante un mes nos dedicamos a estudiar dos aspectos que a simple vista parecían contradictorios en Grecia: la democracia y la esclavitud. O más correctamente debiera decir la ciudadanía y la esclavitud, porque las polis “oligárquicas” también eran infinitamente más democráticas que cualquier sistema monarquico y teocrático, más valía mostrar lo que tenían todas esas poleis griegas en común, y no la clásica diferenciación (extremadamente forzada además) entre Atenas y Esparta. 

El resultado. Yo creo que bueno. En mi primer clase presencial con uno de mis cursos (todo el tema lo desarrollamos en clases virtuales) uno de mis estudiantes me dijo todo lo que yo necesitaba escuchar: “a mi lo que me gusta de esta materia es que tenemos que pensar”. Yo ya gané.

 

¿Respondí a la pregunta que me hice al principio? Todavía no. A los chicos en el colegio solemos decirles que estudiamos el pasado para comprender el presente. No les mentimos. Pero desde la ciudadanía en Atenas hasta la igualdad legal de la democracia burguesa hay más de dos mil años de historia. No alcanza con “encontrar” de dónde viene lo que del pasado encontramos en el presente. Mucho, muchísimo más importante es por qué llegó a nosotros. Cómo. Los conflictos sociales que le daban vida, que hicieron nacer y perecer instituciones, estados. Quiénes. Enseñamos una historia de cambios, y enseñamos que los protagonistas de los cambios pueden ser, también, ellos, si comprenden el lugar que ocupan en la Historia.