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Gelpi, rector del Big Pharma

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Yacobbiti

A espaldas hasta de los medios de comunicación sesionó el día 24 de junio la asamblea universitaria quizá más escandalosa del Siglo. Los representantes graduados y estudiantiles, los únicos a los que verdaderamente puede aspirar la masa de estudiantes y docentes, fueron elegidos o bien en pandemia con elecciones de ausentismo histórico o bien una semana después de iniciada la presencialidad cuando el 25% del padrón – aquel que ingresó a la universidad desde el 2020 en adelante – si quiera había escuchado hablar alguna vez de política universitaria.

Políticamente, la asamblea inicia la transición que se cocina “por arriba” en la Argentina. El radicalismo no tuvo oposición ni oficial ni discursiva por parte de los más de cincuenta (¡!) asambleístas del kirchnerismo. El viejo pacto de acuerdo – “el rectorado lo manejan ustedes, pero el rector es peronista” se esfumó y todo el discurso de bienvenida de Gelpi apuntó a saludar con creces “la unidad que se está gestando en la universidad”. Para frutilla del postre fue la propia decana de Ciencias Sociales la que entregó el libro de actas al nuevo rector. El flamante decano de Filosofía y Letras, que dicta seminarios de posporno en su facultad, le hizo una felación pública al nuevo rector agradeciéndole los «canales de diálogo». En realidad, lo convencieron de no presentar candidato opositor. Punto. El intento de las últimas décadas de construir una oposición “desde adentro” de los decanatos ha muerto. Las Morgade han pasado a la historia y se han llevado consigo a su pata izquierda, la vieja Mella, ahora Patria Grande, que nació en defensa del caracazo se ha subsumido al rectorado de Yacobbiti, de paso, nuevo vicerrector.

Barbieri

Barbieri abandonó su candidatura exactamente un día después de su reunión con Marc Stanley, el embajador estadounidense en la Argentina. De acuerdo al pasilleo, a Barbieri lo quieren como futuro ministro de educación sea cual sea el gabinete que asuma… veremos. Lo que sí ya se ve es la orientación definitiva que se ha propuesto para la Universidad. En menos de un mes la UBA ha acordado, en primer lugar, nuevas maestrías para la investigación del litio y, en segundo lugar, el primer curso de posgrado en América Latina dedicado a la ingeniería espacial como apoyo de lleno a las investigaciones que Tesla desarrolla en Catamarca en búsqueda de recursos minerales en la Luna. Nada de ello es oculto, como quizá sucedía en un pasado, cuando en los gremios universitarios y en las federaciones existía una oposición férrea que obligaba al rectorado a omitir la verdad de su política. Al contrario, se la juegan por un giro derechista abierto hacia el arancelamiento. En la Facultad de Ingeniería ha surgido un pequeño movimiento de estudiantes y docentes contra la presencia permanente de policías de la Ciudad custodiando los molinetes de entrada. Es por el momento una polarización política sin precedentes pero que encuentra toda la carga del átomo (aún) por parte de las autoridades.

Obviamente, los pasos adelante del rectorado son de alguna manera en el vacío. Se trata de injertar, como dicen, la Universidad del Siglo XXI en la Argentina medieval de la arbitrariedad machista como acaba de estallar con la toma del Nacional Buenos Aires o del continente pestilente que acaba de desbordar en Ecuador. Luego de lustros sucesivos de imponentes huelgas docentes, el salario universitario ha alcanzado su escalón más bajo en décadas, 60 mil pesos para una dedicación semi exclusiva, menos de la mitad de la canasta familiar para quien debe dedicar su vida a la formación permanente mediante el pago (y la realización en horas/vida) de posgrados para poder avanzar en el escalafón. Bueno, algo de la Universidad que Barbieri le legó a Gelpi.

Gelpi

Sería necio, de todas formas, comerse el verso de la “unidad por arriba”. Gelpi es el candidato de una rosca sangrienta entre las paredes de las oficinas universitarias pero, sobre todo, de la presión en las oficinas de los grandes laboratorios y la medicina prepaga, los mismos que cierran los acuerdos en el Senado y en el Congreso. Por ejemplo, en el decanato de Agronomía donde se enseñan las ciencias ambientales se discute sobre la orientación que deben tener los planes de estudio: petroleo o renovación energética mediante Hidrógeno Verde.

La Facultad de Medicina de la Plata, el placebo de Gelpi, donde – digamos – dirigen sus aprendices, es la única de toda la Argentina que aún no ha regresado a la «presencialidad plena». Obviamente no se trata de una posición en defensa de la salud pública o la cuarentena (recordemos que Gelpi y Biglieri se paseaban por los medios de comunicación, en mayo de 2020 (¡!) a agitar contra el “autoritarismo de Alberto Fernandez” en nombre de la UCR) sino como parte de la reforma transversal de los planes de estudio que se preparan en La Plata orientados hacia la telemedicina, por un lado, y el monopolio de la química orgánica de las camarillas nacionales que gestionan los laboratorios de firma extranjera. En el campo de la medicina pública, Argentina es considerada mundialmente “una potencia” a privatizar. El programa de gobierno explícito de Gelpi apunta a “disminuir los años de carrera”.

La lucha

Con los protagonistas de la lucha en defensa de la educación pública hace falta un examen y una revisión crítica exhaustiva. Ha desaparecido toda oposición combativa, sin grises. La posición de sosiego genera incluso entre la vanguardia más avanzada la idea de que la lucha de clases no tiene escenario posible en la universidad, se ha caído en el mayor estado de desmoralización, se considera la militancia un gasto de tiempo. Ningún sector de la izquierda observa una preocupación en este punto. La universidad desaparece de los programas generales de lucha, en nombre del programa de transición, se deshace entre polvos la Argentina de la reforma del `18. Hace falta barajar y dar nuevo, la construcción de un núcleo homogéneo que encabece la agitación y la propaganda revolucionaria entre las trece facultades de la Universidad. No se trata de virar hacia la agitación universitaria, se trata de convertir a la universidad en otra palanca de la extensión socialista, de la difusión revolucionaria entre la masa que estudia… y trabaja (mucho, de acuerdo a todos los censos). El retroceso social del capital genera una presión cada vez más feroz en la formación para la conquista de un puesto de trabajo, no puede permitirse su apropiación plena por parte del gran capital de un lugar por el que nuestros antepasados combativos han luchado por conquistar.

Las viejas direcciones, dígase, los Julián Asiner, los Fernando Ramal, los Lucas Valderrama, presidentes puristas de la FUBA o consejeros superiores han sido incapaces de formar un recambio y han fallado a los principios de la responsabilidad histórica de la clase obrera por hacerse cargo del poder político en la Universidad. Los fracasos de la pequeño burguesía deben ser superados con métodos de combate obrero, principios proletarios, disciplina y la seriedad política en la que han fracasado los viejos «cuadros».

Maxi Laplagne