Escribe Cata Flexer*
El ascenso del feudalismo trajo consigo el nacimiento de los burgos. Primero en las afueras de castillos señoriales o centros eclesiásticos, sirviendo a éstos, pronto, estos centros urbanos, tuvieron vida propia. Al principio, era difícil diferenciarlos de las aldeas campesinas. Los propios señores diferenciaban a unos y otros, imponiendo el tributo y limitando las libertades de sus habitantes. Pero así como las rebeliones campesinas fueron moneda corriente al feudalismo, pronto los burgueses, como se llamó a los habitantes de estas ciudades, se rebelaron.
Los siglos XI y XII fueron la época del nacimiento de las comunas. En su lucha contra los derechos señoriales, desde la obligación de usar el horno del Señor hasta el pago del censo (hay aquí una coincidencia absoluta con los reclamos campesinos), nació la organización colectiva, nacieron los consejos. Éstos, a diferencia de la comunidad campesina, se propusieron rápidamente no sólo eliminar el poder del señorío local, sino colocarse a la cabeza del gobierno municipal. Es así que los burgueses logran, a lo largo de éstos siglos, cartas de franquicia. Fueron otorgando a los burgos el autogobierno y a los burgueses libertades.
La historia de estos primeros levantamientos burgueses nos muestra que esta incipiente democracia municipal no atacaba las bases del régimen feudal. Los burgueses, en su lucha contra cierta forma de señorío, se aliaron a las monarquías, que a cambio de su apoyo en las luchas interfeudales incorporaron a las ciudades y sus representantes a las asambleas feudales. Muchas de ellas reclamaron y recibieron derechos señoriales sobre las tierras de su vecindad, a modo de señorío colectivo.
En las luchas contra los señores, burgueses de todos los rangos participaron unidos en un único movimiento. Así, maestros artesanos, comerciantes y prestamistas acaudillaron a mancebos, aprendices y jornaleros que ellos mismos explotan en talleres y ferias. Así vemos que los levantamientos burgueses del siglo XI y XII tienen como reclamo fundamental el autogobierno y la libre circulación de bienes de los burgueses, pero rara vez reclamos “sociales”. Una vez superadas las revueltas, van a ser las capas altas del burgo las que monopolicen el gobierno de la ciudad. Así, para los siglos XVI y XV, no nos sorprende ver que el patriciado urbano se ha convertido en un poder en sí mismo. Es el caso de Italia, dónde a falta de un poder central, las ciudades del centro y norte ejercen el poder señorial sobre el campo, extrayendo tributo de las comunidades campesinas, pero también el de Francia, España e Inglaterra, dónde los burgueses se alían con las monarquías centralizadas. Es así que en la gran ola de rebeliones campesinas que corona la crisis del siglo XVI, también vamos a ver rebeliones plebeyas contra el patriciado de las ciudades.
Maquiavelo escribe, por ejemplo, aconsejando a los Médici, el arquetipo de familia patricia italiana, sobre cómo retener y conservar el poder, habida cuenta de la rebelión que expulsó a esta misma clase del poder en Florencia, cuando en el año 1378 los Ciompi (trabajadores urbanos de la lana, acaudillando a los sectores sin representación de la ciudad) tomaron el poder. Otras comunas, como se llamó a los gobiernos democráticos de los burgos, tuvieron más éxito. Fue el caso de Brujas y las repúblicas de los Países Bajos, gobernadas por consejos en los que estaban representados el conjunto de los gremios, y sobrevivieron hasta el siglo XVII.
La derrota de las rebeliones campesinas del siglo XIV fue también la derrota de estos movimientos democráticos en los burgos. Así, la monarquía, el patriciado y la nobleza se alzaban nuevamente contra campesinos y artesanos.
La memoria de las comunas medievales alimentará la conciencia de la burguesía revolucionaria europea que entre los siglos XVII (Inglaterra y los Países Bajos) y XIX acabará con el ancien regime. La formación de los gobiernos comunales, aún subordinados a la monarquía y feudales en su contenido, darán lugar a la formación de la sociedad civil y la despersonalización del poder, y serán para la naciente burguesía una experiencia revolucionaria.
*Medievalista – UBA