Es una pena confesar que tiene razón la ministra argentina de seguridad cuando observa que en las tomas de universidades que se expanden por todo el país se encuentra el gen de un levantamiento «como el chileno» (dixit.). Politóloga, la ministra logra observar con mayor agudeza lo que la izquierda mundial ha cegado: el pulso para la causa revolucionaria internacional que ha representado el octubre chileno.
La intepretación de la revuelta
La lucha por la significación de las jornadas de octubre/noviembre y sus réplicas inmediantamente posteriores (que incluyen el alzamiento popular en Chiloé durante la cuarentena) ha sido el cascarón teórico detrás del cual se ha escondido en general la intelectualidad. El frenteamplismo operó desde el primer momento, o sea, desde el 18 de octubre por la noche, para desviar las discusiones históricas acerca del significado y alcance de las revoluciones sociales hacia la especulación sociológica y metafísica. Fue esta la primera batalla de la intelectualidad pequeñoburguesa contra la rebelión.
Véase por ejemplo la obra de quien se reconoce a sí mismo como «el sociólogo que previó la crisis», ex candidato por el frente amplio junto a Boric en 2017, Alberto Mayol.
En su «Big Bang» publicado el 15 de novimebre de 2019 (!) vemos las siguientes definiciones sobre las jornadas de octubre: afirma que la revuelta «representó una energía disipada sin rumbo claro, de tipo difusa y expansiva» (p.48) o, también, que manifiesta «un cuestionamiento que carece de centro articulador» (p.49), que se parece a un «evento atemático» (p.77), que manifiesta «energía pura» (p.77) o finalmente, cuando él mismo afirma dar una definición precisa dice que la revuelta se parece a «un potlatsch«, o sea «una fiesta ritual indígena[en la que] lo que hacen es quemar y destinar a la destrucción diversos objetos de la sociedad» (p.106).
Sin embargio, Mayol encabezó un operativo teórico que escondía mayor profundidad que la de (no) caracterizar a la revuelta. El libro de Mayol desnuda de lleno la política concreta del Frente Amplio ante la revuelta del 19. Es que frente a la falta de consistencia de objetivos claros que Mayol dice ver en el pueblo chileno, concluye que la población sufre «falta de confianza propia» y que, entonces (p.150) «si la asamblea constituyente se convoca como heredera de la revuelta (cursivas nuestras), el proceso nacerá fallido».
Llama entonces Mayol a la audencia a prestar antención: «en Chile ha avanzado la aceptación de situaciones que justifican el autoritarismo» (!!). Y aquí se desentraña detrás de la especulación el verdadero entramado político: el Frente Amplio se dividió para estos días entre lo que llamaban la «salida autoritaria» y la «salida parlamentaria», o sea, que sea el congreso repudiado por el pueblo el que se encargue de organizar una constituyente o, sino esto no caminaba, avanzar en la «salida autoritaria». Es sabdio que el actual gobierno apostó en estos días por la salida parlamentaria hasta que, expandido el COVID un mes después de «los acuerdos de febrero», apoyara la militarización completa de la Ciudad, cerrara la deliberación política y estirara la convocatoria plebiscitaria por lo menos nueve meses adelante colocando al parlamento como organizador único del proceso.
Eso por un lado. Por otro, una posición de interpretación que se discutió entre la clase obrera fue efectivamente la de las jornadas como una «purga psíquica» (ya vimos como el frente amplio tomó todas estas posturas metafísicas como bandera), posición que la intelectualidad burguesa luego intentó elevar al plano de la salud mental identificando mediante supuestos estudios de psicología social que la movilización popular se caracterizó por una psicosis acumulada del pueblo.
Pero, cualquier chileno sabe, por caso, que la estructura de un país militarizado se caracteriza por la dispersión permanente del espacio y el tiempo (y no sólo por la ubicación sísmica del país). Conoce el chileno que la ruptura del equilibrio psíquico de las movilizaciones de masas es posterior y no previo a los combates, todo lo cual nos lleva a la contratesis de que en el caso del octubre del 19 nos encontramos con que la conformación de la «Primera Línea» representó el estado de consciencia y no el de incosciencia, lo cual se manifestó en la perseverancia de las consignas políticas revolucionarias: se puso en discusión no solo la salida de Piñera sino el régimen político y económico en su totalidad. A falta de herramientas (armas) la masificación de la acción directa violenta contra el Estado representó un salto en la auconsciencia ya no sólo individual sino colectiva. A este proceso los sociólogos de buena escuela solían llamarlo «formación de la clase obrera». En el caso de Chile debemos hablar de reconstitución de una clase con más de un siglo de trayectoria, en un proceso que apenas acaba de comenzar.
Se ha planteado también la emergencia de la rebelión como un levantamiento contra el estado policia. Debemos discutir esto en términos históricos. En realidad el estado policial chileno es la respuesta histórica a sus rebeliones sucesivas. Como balance de dos siglos, la revuelta de octubre representó el estadío máximo por ahora alcanzado de una tendencia subyacente, un sustrato histórico impermeable, -el de la clase obrera chilena-, cuya educación, quizá a falta de educación oficial, se ha configurado en el último siglo al calor de las organizaciones populares y en particular de las corrientes marxistas fogoneadas por la experiencia histórica de luchas directas por el poder y no solo tradicionalmente setentistas como los cordones industriales, sino de un siglo previos como los constituyentes de Atacama o más tarde los espartaquistas y el MIR. Si es verdad que Chile «despertó» en 2019 de un letargo fue en todo caso un letargo intelectual que fue reemplazado momentaneamente por movimientos de lucha especializados y fue así como la época de prosperidad del «oasis financiero de América Latina» (los años dos mil) fueron en realidad una incesante intervención de movimientos sociales y educativos que dieron durante diez años sedimentos para finalmente consolidarse en la estructura anatómica que adquirirá el movimiento de octubre.
El movimiento más activo de la década fue sin duda el educativo. La consciencia de que los reclamos universitarios implicaban la puesta en dimensión del mercado capitalista se manifestó en la emergencia de cuadros del Partido Comunista entre los universitarios y es justamente aquí, como síntesis oscura de lo claro, que se inicia la carrera política de Gabriel Boric. Toda su trayectoria se encuentra marcada por la obsesión de oponerse a considerar la cuestión universitaria como un «asunto soviético». Ha representado desde la semilla, Boric, la energía izquierdista del mercado educativo de las universidades privadas, la formalidad de su esquema de regulación, administración y el apoyo en su espalda del derrumbado intelecto que gestaron las corporaciones de las universidades chilenas en la última década y media. Que Boric sea hoy el presidente de las camarillas de la educación privada no se contrapone a su alianza con el capital financiero chileno, él mismo en gran parte dominado por el mercado educativo.
El quinto aniversario
Una cosa es esencial de discutir en este quinto aniversario: el gobierno de Boric no es consecuencia del progreso de la centroizquierda sino del derrumbe – durante el mismísimo estallido – del Partido Comunista. La oposición permanente del PC a convocar a la CUT (Central única de trabajadores) a la huelga derrumbó a la cúpula del PC en cuestión de meses y explica su derrota en las elecciones presidenciales frente a Boric. Que finalmente, luego, haya sido el apoyo de Bachelet a Boric contra Jadue el que le permite a este ganar la interna no cambia en nada la ecuació en beneficio del PC, en todo caso, inserta en el marco del derrumbe neoliberal al frente de gobierno Boric – Vallejos – Bachelet. El reflujo y el rechazo de los partidos de izquierda durante la revuelta ha intentado ser analizado como el ya pasado de moda «rechazo a la política» o – citando otra vez a Mayol – «a la sociedad del espectáculo». En realidad, en términos dinámicos, el rechazo a la burocracia izquierdista ha sido uno de los mayores logros teóricos de la revuelta del 19 acelerando la comprensión de procesos que antaño habían llevado décadas.
El frente de gobierno en general ha decidido someterse a las posiciones internacionales de Boric, esto es, a la dirección de la OTAN. Salutación con Zelensky el día del ascenso de Milei en plena casa Rosada argentina, ataques permanentes al pueblo palestino; carece de filtro el presidente. Su política internacional, sin embargo, refleja la fragilidad estructural de su gobierno que nuclea y absorbe la deuda externa de las empresas privadas y cuyo núcleo se basa y concentra en el sostenimiento de las condiciones de explotación de los minerales.
Este esquema se puede obervar con claridad, por ejemplo, en el análisis de las tres primeras corporaciones chilenas activas en Wall Street 1) la minera SQM que fue rescatada por Boric mediante «acuerdos de trabajo mutuo con empresas estatales» 2) las embotelladoras, que demuestran la lejanía en el estado social del desarrollo productivo del primer escalafón mineral al segundo de consumo chatarra y 3) el Banco Santander, que se ha transformado en el monopolio absoluto de las transacciones y préstamos para las universidades de todo el continente.
Las migas que deja el mercado de minerales dan lugar al desarrollo incesante de un mercado de trabajo informal sobre el que se apoya y sostiene el gobierno. Si se presta atención al recorrido de huelgas de los últimos dos años se obervará con claridad que han provenido de los obreros del cobre y de la lucha contra la informalidad laboral, la columna vertebral del gobierno de Boric.
Boric es entonces un representante del frente amplio en su etapa de consolidación oligárquica como respuesta reactiva al derrumbe de la burguesía nacional en general. Se trata de gobiernos que como reacción al derrumbe 1) apuestan al mercado negro (AMLO/Scheimbaum), 2) manipulan la tasa estatal de interés como forma de evaporar el salario (Biden) o 3) destruyen la moneda nacional mediante devaluaciones sucesivas (Diaz Canel) y 4) apoyan su equilibrio de gobierno en las alianzas carnales con la derecha y la policía (Lula da Silva).
Crisis política
Que la dinámica económica de la crisis se imponga a fuerza de necesidad a medida que avanza la precarización laboral no significa sin embargo que la misma no se exprese en primer lugar en sus determinaciones políticas. Si la rebelión chilena representó el derrumbe de la administración capitalista de su burguesía manifiesta, en el escalafón mundial, otra disgregación de los esquemas políticos diseñados por el imperialismo en su también propia etapa de reflujo y es justamente en la escala política donde se observa el mayor alcance de las jornadas, pues destruyeron en días la legitimidad de las constituciones nacionales. Quiera o no la intelectualidad, la exigencia de una asamblea constituyente fue la manifestación concreta de las masas en sus deseos e intentos de gobernar y esto se define en la historia social como una REVOLUCIÓN. La manipulación posterior del proceso constituyente fue una manipulación política digitada por el pinochetismo en alianza con el Frente Amplio, quienes lograron desviar el proceso hacia los comicios ejecutivos.
Pero en su quinto aniversario el chileno debe celebrar el ingreso de esu historia nacional como conexión directa con el desenvolvimiento de la historia en general porque en octubre del 2019 su pueblo se ha rebelado contra el capital, porque combatió con valentía a los ojos del mundo, porque abrió una nueva era y camada internacional de luchas revolucionarias y porque inició la etapa de lucha definitiva por su propio gobierno.
En el mismo clima entusiasta decimos abajo el gobierno frenteamplista. Reactivación de las asambleas populares y los cabildos abiertos. Cordones industriales. Huelga general. Que gobiernen los trabajadores.
Maxi Laplagne