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No es sólo una reforma laboral

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El debate en relación a las transformaciones que los bancos centrales del mundo requieren para recuperar los billones de dólares invertidos para la recuperación en pandemia – subsidios – se ha colgado definitivamente en los diarios más importantes del mundo. La presentación de los números en rojo de la Casa Blanca y la FED se han transformado casi en un método porque el reconocimiento de la bancarrota financiera pretende hacer las veces de excusa para una urgente «modificación en las leyes laborales» (La Nación, 8/10). Como toda ofensiva, lo primero es el tanteo: por el momento, serán los demócratas los que capitaneen la reestructuración incluso si ello implica el arriesgado camino de colocar a la clase obrera en el centro de un debate cosmopólita. Este guiño izquierdista del imperialismo ha logrado el apoyo republicano en el Congreso que le permite a Biden aumentar de 42 a 48 billones de dólares la capacidad de endeudamiento norteamericano. Este sólo hecho demuestra que la política de intervención estatal en la economía sigue siendo la más respetada por toda la clase capitalista. La misma semana, en nuestro país, Milei pasó a decir que, bueno, al final «no todos los políticos forman una casta».

Pero los demócratas no sólo harán frente a una nueva estructura de la jurisdicción laboral internacional, ante todo, intentarán capitanear la reconversión del propio sistema de explotación. Se ha dicho por ahí «que la burguesía ya no puede seguir gobernando como lo venía haciendo», lo cual en términos concretos significa que «no puede acumular plusvalor de la misma manera en que lo hacía». El debate que recorrió a la prensa financiera la pasada semana tuvo tres ejes que conforman un triángulo equilátero: 1) los índices de volatilidad 2) la amenaza del tapering y 3) los datos mensuales de empleo. Dos días antes de que se publique en Washington el informe oficial de la cantidad de puestos laborales que se habían abierto en el mes, algunos indicadores predecían la suba de medio millón, lo cual suponía que anulaba la posibilidades del tapering de cara a noviembre. El tapering es el parate a la compra de acciones de empresas privadas por parte del Estado, la supuesta suba de nivel de empleo representaba la posibilidad de que las empresas que viven de su remate permanente al Estado podían pasar a «autosubsistir». Finalmente, el informe de empleo dio por resultado que los nuevos puestos apenas superaron los cien mil, por ende, se vuelve a anunciar la quita de compra de acciones y, sobre todo, voló por los aires el índice WIX que mide la volatilidad del mercado relacionándola en el tiempo, mientras que a treinta días se prevé un índice del 75% de default, a 10 años el número crece a 92%. La pregunta es por qué y es sencillamente imposible responderla si sólo se siguen los números abstractos que presentan los índices. En primer lugar, en mayo de 2020 los puestos de trabajo perdidos fueron (informados) más de veinte millones, la suma de incorporaciones en los catorce meses consecutivos ni se acerca a este número. Pero lo crucial es lo siguiente: de los veinte millones de despidos, el 60% representaba puestos en la industria, en cambio, el mismo porcentaje, ahora de reincorporaciones en los últimos tres meses corresponde a lo que el índice de empleo llama como «ocio y hospitalidad» que nada tiene que ver con los hospitales sino con el turismo y la hoteleria, la rama que encabeza nada menos que la Donald Trump Company: la economía yankee no tiene nada que envidiarle a la de Cuba. En segundo lugar, lejos, sí, apenas el 15% de puestos pertenecen a la medicina privada. Ambos datos refuerzan la conclusión: la DEBACLE INDUSTRIAL DE LOS ESTADOS UNIDOS ha encarecido los costos de producción a niveles inéditos porque ha multiplicado el tiempo necesario para la producción de las piezas, ¡mientras algunos se la pasan en los medios hablando de revolución tecnológica! Como resulta de este análisis, no asistimos simplemente a la modificación de esta o aquella ley laboral sino, al contrario, a la quiebra mundial de la industria y la aceleración récord de la inflación mundial; los cien mil puestos nuevos de trabajo a un salario de 12 dólares la hora como el de Nueva York (uno de los más elevados de USA) representan solamente 288 millones de dólares sumados al consumo que sólo alcanzarán para cubrir necesidades elementales pero no para disfrutar «del ocio y la hospitalidad». Finalmente, la crisis pandémica ha hecho emerger un polo imperialista que busca un recambio en la orientación de las ganancias pero, de ningún modo se trata de un polo que preevé revolucionar las fuerzas productivas, al contrario, los grandes hoteles y los parques de diversiones funcionan como activos que encubren los giros a los bancos, los paraísos fiscales y el Bitcoin. No hay posibilidad, entonces, de revertir los niveles de «volatilidad» bajo la tradicional fórmula del obrero trabajando cantidad de hora por salario mediante un Estado que regula la salud y la educación, la crisis estadounidense ha tirado por la borda toda la racionalidad contable.

Justo en este marco, el gobierno argentino recambia en Comercio a Paula Español por el contador Felleti que se dice seguidor de la doctrina de Guillermo Moreno. Como se sabe, la intervención de los Kirchner en sus primeros gobiernos ha sido pura fantasía porque la verdad del asunto se resolvió con un simple acuerdo de canje de deuda en el 2005, si se ve bien, el año en que comienza a tomar forma la miseria argentina actual. El propio Keynes fue muy ilustrativo en remarcar una y otra vez que, en realidad, el Estado sólo se podía limitar a intervenir políticamente, «a garantizar la ferocidad para las bestias que invierten». El FMI le solicita al gobierno la aceleración del mercado interno, un ridículo ya que por interno comprende a las grandes fábricas como Toyota, cotizantes de la bolsa de Tokio. El capital internacional apuesta a una aceleración del ritmo de trabajo sin la inversión consecuente, es decir, un desgaste sustancial de la maquinaria, un remate definitivo de la industria sita en nuestro país, si se mira bien, es la misma fórmula que aplicó Stalin en la década del treinta mediante el movimiento stajanovista y el «trabajo a destajo» en nombre de la patria. La destrucción acelerada de los recursos bajo los dictámenes de una burocracia llevó la inflación a niveles nunca antes vividos en Rusia. En nuestro país, no hay ninguna Unión Soviética por la que «dejar la vida en la fábrica», la gran empresa se acuesta en la burocracia sindical como si se tratara de la reactivación de los años cuarenta pero con sindicatos completamente desprestigiados y salarios a un cuarto de los de hace siete décadas. Ese ciclo económico permanente de destrucción de las fuerzas productivas a costa de la mega explotación se paga en cada etapa de forma más cara porque se arrastran las consecuencias de la debacle cultural y técnica haciendo que el tiempo de trabajo para la producción de los elementos necesarios para el desarrollo de la vida en el capital se acreciente en vez de disminuir. Las contradicciones del regimen capitalista son irresolubles y no es nuestra tarea buscarles solución sino ponerlas al desnudo para reemplazarlas. Las bases históricas de la inflación sólo podrían ser superadas bajo la anulación del monopolio de la ganancia fabril.

El otro punto nacional y popular es la emisión de los LELITES, el nuevo chiche de Guzmán. Se trata de un bono emitido exclusivamente para los fondos de inversión, con tasas de interés similares a las leliqs pero con la posibilidad de retirar la inversión en caso de desmadre, como se ve, el propio gobierno apuesta a la corrida bancaria. Según se informa, dentro de los grupos inversores que accederían al bono el mayor beneficiado sería nada menos que Marcos Galperín, el mismo que hace meses abandonó el grupo de Whatsapp en apoyo a Macri y acaba de ubicarse entre las personas más ricas del mundo según la Revista Forbes. La aceleración de los ritmos de trabajo tendrá como objetivo la liquidez de la tasa de interés de los «neoliberales».

En todo esta marco, la lucha ya ha comenzado sin pedir permiso. El Pollo Vignolo atacó las jornadas de capacitación docente desde Fox Sports porque ese mismo día el sindicato de los docentes de la Capital – UTE – de la misma forma que Pignanelli tomó la posta en Toyota, informó respecto de que será oficial la anulación de los cargos interinos en la Ciudad, esto es, un número imponente del total de planta. Las jornadas se transformaron en asambleas de lucha y debate. La metamorfosis política a la que asiste el capitalismo es ella misma la nafta que enciende la mecha del activismo que comienza a recuperar y organizar comisiones internas en toda la Argentina pero, sobre todo, lo es la inclaudicable lucha de la vanguardia obrera contra la cooptación oficial. Por su parte, el movimiento piquetero  también tiene la tarea de leer entre líneas la reforma de los planes sociales por puestos de trabajo precarios, en el mismo contexto que se ha desarrollado en este artículo. La complejidad de las tareas a abordarse colocan en un punto irrenunciable el paso hacia la constitución de un estado mayor de la clase obrera que eduque en el proceso que se desarrolla, ello podrá tener la forma de coordinadoras, de congreso general obrero, de asamblea constituyente o de cualquier formalidad, pero requiere del seguimiento minucioso de la crisis mediante un periódico obrero centralizado, impreso en papel, que haga las veces de organizar político y social.

Maxi Laplagne.