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Penes de madera, salud sexual de goma

Penes de madera, salud sexual de goma

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Escribe Cata Flexer

La compra rutinaria de material para llevar adelante programas de educación sexual integral por parte del ministerio de Educación nos ha regalado unas horas de álgido debate en redes sociales y medios periodísticos. Con fotos de detallados penes de madera en tapas de diarios y portales digitales, la política sexual del Estado quedó al desnudo.

Contra los penes, la reacción ha recurrido a un argumento “económico”. Para qué gastar fondos públicos en reproducciones de madera, cuándo bien se pueden utilizar pepinos (como dijo Gómez Centurión en vivo) o simplemente dar una clase teórica… el país no está para estos gastos, en plena recesión. El comentario no es ingenuo de quienes sí sostienen la necesidad de otros gastos, comenzando por el apoyo que darán en el congreso para el pago de la deuda al FMI, opuesto al rechazo que defendieron a ley de aborto.

Por parte de los Fernández, lejos de existir una política real de desarrollo de la Educación Sexual y de prevención de infecciones de transmisión sexual, la compra de penes de madera es una gota de agua en el desierto. En primer lugar, la propia Ley de Educación Sexual Integral incluye el derecho de las escuelas a adecuar los contenidos impartidos al “ideal institucional” o las creencias de la comunidad. Siendo que el 30% de los estudiantes del país asiste a escuelas privadas (un 50% en CABA), muy mayoritariamente parroquiales, no están garantizados siquiera los contenidos más básicos, ya no digamos ligados al goce pleno de la sexualidad, como lo son los ligados a embarazos no deseados y ITS. La asistencia a la escuela pública tampoco dice mucho, si tenemos en cuenta que hay provincias en las que la religión se imparte en la educación pública. Fue el vaticano el que intervino en su momento para que el gobierno modifique la ley original de la campaña por el aborto legal agregándole la denominada objeción de conciencia institucional. Los gobernadores peronistas de Salta, Formosa y tantas provincias del interior se amparan en ella para vetar abortos públicos y sostener el negocio de las clínicas clandestinas.

Por otro lado, con la excusa de que la educación sexual sea “transversal”, no hay un espacio curricular bajo concreto en el que esté garantizados su dictado. En la Ciudad de Buenos Aires, por ejemplo, se presenta como un avance la obligatoriedad de tres jornadas al año, o la creación de “equipos ESI” en las escuelas, siempre a cargo de docentes que a puro voluntarismo, sin recursos y sin salario, se hacen cargo de las tareas. Son pocos los colegios que tienen elementos para realizar la tarea (como lo serían los penes licitados), y la (única) caja de preservativos que llega por año a una escuela (si es que llega) no alcanzaría ni para que cada estudiante practique una vez cómo colocarlo correctamente.

Esto si hablamos del ámbito educativo. Si vamos a la provisión real de elementos de salud sexual y reproductiva, estamos peor. Por ley todos los métodos anticonceptivos deben ser gratuitos. Esto no existe para quienes no tienen obra social o prepaga (el 50% del país) y tampoco para el restante 50%. Es mínima la provisión de preservativos gratuitos y nula la de métodos hormonales. Datos provistos por AHF Argentina muestran que en los últimos años cayó el uso del preservativo, al compás de la reducción de campañas por su uso y del crecimiento exponencial de su precio (hoy unos $250 cada uno). Por su parte, como sucede con todas las especialidades, los turnos para visitar ginecólogos tienen meses de demora.

Medios como Clarín han adoptado un ángulo inverosímil para criticar la compra de penes. El reparto de estos implementos, dicen, sería “falocéntrico”. Fundación Huésped y el Ministerio de Educación han corroborado que menos del 80% de la población utiliza el preservativo en todas sus relaciones sexuales (y no porque utilice otros métodos anticonceptivos). El 98% de los casos de transmisión de HIV se dan por relaciones sexuales sin protección. Lo mismo que el 80% de los embarazos adolescentes. A la vez que es innegable que la prevención del embarazo debe incluir una variedad de métodos anticonceptivos que hoy no se enseña, negando derechos importantísimos especialmente a las mujeres, el preservativo es el único de todos estos métodos que previene contra la transmisión de infecciones. En este sentido, la presencia de penes de madera en el aula no tiene que ver con una primacía de la genitalidad masculina, sino como herramienta para la práctica de la habilidad de saber poner el preservativo, no de cómo es un pene.

Los especialistas y activistas citados por Clarín sin embargo aciertan en algo: efectivamente la educación sexual durante décadas estuvo centrada en la prevención de embarazos y enfermedades, en detrimento del placer sexual, y en la sexualidad heterosexual. Tal es así que no solamente poco se enseña sobre métodos de cuidado entre mujeres, sino que en el país no se venden preservativos femeninos o campos de látex. No sólo faltan penes en las aulas, faltan vulvas, falta variedad de métodos, falta hablar de placer. Pero la ausencia de todo esto no justifica el rechazo a los primeros.

Para finalizar, una reflexión para seguir a futuro. ¿Hay una “lista” de cosas que tienen que enseñar la ESI? ¿Se puede enseñar a gozar? ¿Puede la educación eliminar el conjunto de condicionamientos que la sexualidad tiene bajo determinado régimen social? Ninguna de todas estas cosas es posible sin las condiciones materiales básicos para hablar de educación sexual integral, que no es otra que la posibilidad de acceso universal a la anticoncepción y la salud.