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¿Por qué el Frente de Izquierda retrocede en las encuestas?

¿Por qué el Frente de Izquierda retrocede en las encuestas?

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Si es verdad lo que anticipan varios analistas políticos, de que iniciada la segunda etapa de la campaña electoral, el Frente de Izquierda estaría sufriendo un derrotero de votos, sería un caso excepcional en la historia breve de las PASO. Más grave aún sería el análisis si se parte de las encuestas del verano pasado que anticipaban un crecimiento abundante de la izquierda, lo que llevó a sus diputados a ilusionarse con ser «tercera fuerza», algo que no pudieron lograr porque gran parte de sus votos fueron a parar las listas derechistas que se presentaban a sí mismos – contrariamente a la izquierda defensora del parlamento – como una fuerza política antisistémica.

Desde el mismo día de conocidos los resultados, o al menos desde el lunes por la madrugada, no hizo falta ver la sonrisa cómplice de amor que disimulaban los representantes del capital financiero en Argentina para ver que tras la suba ficticia de las acciones (las acciones son el item menos objetivo de los medidores, ya que su manipulación por parte de los vendedores lo transforma en una pieza de marketing) se escondía el anuncio de dos años – mínimo – de turbulencias políticas, con un gobierno débil y derrotado en las urnas, con un economía mundial en recesión y necesitada de reformas laborales urgentes y, también, con la votación obtenida por la izquierda. La burguesía debía corroborar si el millón de votos escondía tras de sí un movimiento de características revolucionarias, defensora de la acción directa contra la explotación en fábricas y bancos pero, el mismo día que se anunciaba la inminente caída de la mitad del gabinete de los Fernández, entonces, La Izquierda Diario ni se refirió al golpe de estado que podía significar el derrocamiento del gobierno por parte de otra camarilla que asumiría sin la votación ni, mucho menos, apostó a que la desintegración política abriese el camino, primero, a una rebelión popular a los 2001 o, segundo, a la puesta en escena de la estructura jurídica del poder, a lo chile. Ni que se vayan todos, ni asamblea constituyente, el aislamiento respecto a los acontecimientos políticos de nuestro país y del continente es absoluto.

Sin embargo, impulsada por las circunstancias, la izquierda si debió radicalizar su discurso días después de las elecciones porque leyó con claridad lo que todos vimos: la caída abrupta del kirchnerismo y su fin definitivo como experiencia histórica. Lo máximo que pudo llegar el PTS, sin embargo, fue a denunciar una política de ajuste, como si esa fuese la discusión y, sobre todo, como si ese fuese el eje de Wall Street y sus gobiernos nacionales. Al contrario de un ajuste, la FED apuesta hace meses a una reactivación del consumo que le fue frenada consecutivamente por las diferentes variantes del Coronavirus – que para Del Caño ya no existen – para lo cual ya se llevan emitidos más de ocho billones de dólares. El Congreso yankee no discute ningún recorte particular de gasto social, al contrario, pretende mantener el orden actual de los movimientos contables pero de la mano de una transformación de las leyes laborales en el mundo entero. Esto ha dado lugar a una nueva grieta entre demócratas y republicanos, los trumpistas más radicalizados están apostando, directamente, al default, una declaración explícita de guerra civil contra el sistema capitalista, porque dejar de pagar en los Estados Unidos significa simplemente cortar la ronda de créditos a las empresas que no son capaces de autosubsistir; en este caso el deep state o «el segundo estado» – Jeff Besos, Bill Gates, el propio Donald Trump, Mc Donalds, Pfizer, Amazon y M5, monopolizarían el crédito estadounidense y obligarían al resto de las empresas a liquidar sus activos baratos en un remake de la corrida cambiaria de 1929. Los demócratas, en cambio, hacen kirchnerismo a lo grande, emiten para emular una activación del consumo. En el fondo, ambos parten de la misma premisa: hace falta cambiar el orden en el que se organiza a la sociedad capitalista y la modalidad en la que se explota al obrero para recuperar lo invertido. Si se mira bien, el kirchnerismo se agotó como experiencia histórica porque son los mismos nacionalismos los que están agotados como reserva última de contención del imperialismo, en Bolivia, en Brasil, en Paraguay, en El Salvador y en Puerto Rico los gobiernos del capital financiero se han hecho cargo ellos mismos del poder, ya sea mediante golpes de Estado o intervenciones directas en la democracia. El Frente de Izquierda, en cambio, al abandonar los planteos de poder, simplemente, acompaña la política del imperialismo porque omite sus movimientos políticos, lo cual no es extraño luego de haber apoyado al sionismo en la legislatura o, tras la realización del G20, haber aprobado las leyes que allí se discutieron para que «Macri llegue a Diciembre» (Eduardo Belliboni, dirigente del Polo Obrero, dixit).

En cuanto a nuestro país, en el Frente de Izquierda se ha impuesto la política contrarrevolucionaria que el PTS despliega desde los `90: el movimiento piquetero ha desaparecido como factor histórico de la Argentina, al Polo Obrero se lo llevó a la rastra a movilizaciones en las que se toma asistencia obligatoria (lo que los socialistas no hacemos ni en la escuela (¡!)) pero se lo subsume a la política de Myriam Bregman, que una y otra vez ha denunciado supuestos métodos punteriles entre los piqueteros y hasta los ha acusado de Lumpen proletarios. De hecho, el PTS ha boicoteado sucesivamente las movilizaciones del triunvirato piquetero, también, la de de la última semana por un salario mínimo de setenta mil pesos. Lo mismo sucede con el movimiento estudiantil, el Partido Obrero se ve imposibilitado de llevar sus posiciones políticas nacionales a la universidad porque sus candidatos mismos consideran que es un disparate pelear por la dirección de los centros de estudiantes, el PTS se la pasó años atacando a Gabriel Solano de ser el mayor burócrata de la historia… pero ahora aficha sus caras por todos lados. Los centros dirigidos por la izquierda, aunque sean poquísimos ya, como Farmacia y Veterinaria, no sólo han omitido toda la crisis nacional, tampoco han abierto la boca sobre el regreso a la presencialidad o la privatización de tierras en la Paternal. En cambio, sí, el PTS le imprime su sello a los centros y los utiliza de bandera para sus organizaciones políticas. Finalmente, lo mismo le sucede al movimiento obrero organizado, como el SUTNA, que por facciones infinitas entre la izquierda – el PTS dice que la dirección del SUTNA, y en particular Alejandro Crespo, emula a la burocracia sindical – no puede intervenir en las elecciones con su política, la de la asamblea, las huelgas o los piquetes. En el caso de la línea sesenta o de los trabajadores de Edenor, el PTS los acusa de no «organizarse en partido», claro, al de ellos. Como se ve, el Frente de Izquierda está funcionando como un tapón para todos los sectores populares del movimiento obrero.

En este marco, se anuncia su pérdida de votos. Por supuesto que para las elecciones falta muchísimo pero, en definitiva, no tanto como para virar de una política a la que se ha inclinado hace tiempo una fuerza política, la de apuntar a la conservación de un lugar de denuncia para la clase obrera, cuando, en realidad, el proletariado está cansado de denunciar y quiere tomar los asuntos en sus manos.

Maxi Laplagne