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Toda la escuela en debate

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Escribe Maxi Laplagne

El estado capitalista adoctrina desde sus instituciones, entre ellas, la escuela. Se desesperó Carlos Marx cuando la socialdemocracia alemana pretendía incluir entre su programa a votar en la Ciudad de Gotha la exigencia al estado de educar al pueblo. Cito: «¡¿Educación popular a cargo del Estado? ¿Qué es eso?! Una cosa es determinar por medio de los recursos de la escuela pública las condiciones de capacidad del personal docente, las materias a enseñar, etc… y velar por el cumplimiento de estas prescripciones legales mediante inspectores como se hace en los Estados Unidos ¡y otra completamente diferente es designar el estado como el educador del pueblo! Lejos de ello, lo que hay que hacer es sustraer a la escuela de toda influencia del gobierno y la iglesia (Glosas marginales al Programa de Gotha, 1875)».

Obsérvese que la fecha de publicación del texto citado corresponde a los albores de la revolución proletaria. según Nadezhda Krupskaya, compañera inseparable de Vladimir Lenin, cuatro años antes, en 1871 «Marx había celebrado con ímpetu la llegada de la Comuna de París, entre otras razones, porque eliminó de inmediato la influencia de la escuela y, en general, de todos los centros docentes de la iglesia y el Estado burgués, el cual tomaba todas las medidas para embrollar desde la edad más tierna la consciencia de las masas (La Instrucción Politécnica, 1922)».

Aceleremos ahora un Siglo. Se ha repetido en medios de todo color el carácter existencial de la crisis del COVID. Es que al avanzar directamente contra la vida humana, pone al desnudo todo el entramado político que frena o impulsa su evolución. La preservación de la vida, principio elemental de la biología, se transforma en agenda política universal poniendo en el centro de análisis las políticas que abordan cada uno de los estados para erradicar la pandemia. En manos del capital, la administración sanitaria se transforma en la gestión capitalista de la pandemia la cual se muestra cada día más enemiga de la evolución de nuestra especie y el cuidado del resto de los seres vivos y la naturaleza que la rodea.

Con más de ocho mil casos diarios de coronavirus, el Estado argentino, por no decir Alberto Fernández, Cristina Fernández de Kirchner y Nicolas Trotta, han decido reabrir las escuelas. Se calcula que sólo en la Provincia de Buenos Aires unos cuatro millones de padres se suman al ya saturado transporte público para acompañar a sus hijos a la entrada y salida del colegio y que tres millones de estudiantes y medio millón de docentes, auxiliares y directivos se cruzan a diario en escuelas que, muchas veces, no cuentan ni con agua potable.

En su editorial de domingo, La Nación apela a la melancolía intentando llamar a lo que denomina la reconstrucción de los principios que sembró Domingo Faustino Sarmiento quien, contrariamente a lo que piensa el diario de los Mitre, dedicó varios pasajes de su Facundo a denunciar a los gobiernos tiranos que preferían continuar con su modo de vida barbárico en vez de hacer frente a las grandes pestes que azotaban al interior de nuestro país. Pero más allá de ello, La Nación pretende injertar la escuela de 1890 en la sociedad del 2020 en la que los inmigrantes son recibidos en la Argentina por patrones que los hacen trabajar doce horas diarias por salarios de miseria o donde los jóvenes toman tierras junto a sus familias para sobrevivir del COVID. Si a finales del Siglo XIX la burguesía aún poseía herramientas culturales para adoctrinar a los explotados, a dos décadas de iniciado el nuevo milenio, la enseñanza enciclopédica de los Rousseau y Voltaire se ha vuelto obsoleta por la simple razón de que se contradice con la realidad material que experimentan las masas populares. De centro de formación cívica, profesional y hasta militar la escuela se ha transformado en comedor comunitario, centro de asistencia psicológico para jóvenes y, ahora, también la imitación de un hospital público donde niños corretean y se tocan la cara jugando a la mancha con el barbijo puesto.

Al adoptar sus métodos, la escuela intenta imitar el mundo burgués. Los directivos imitan la jerarquía vertical del Estado con la particularidad de que ellos mismos están ahora más expuestos que nunca a contagiar de coronavirus a otros seres humanos. La vacuna a docentes intenta emparejar nuestra situación a la de los vacunados VIP, intentando cavar un zurco que separe a los trabajadores de la educación del resto de la sociedad.

Pero no. También ha sido el Estado el que decidió en la Provincia iniciar la vacunación por las escuelas. Es que sin clases no hay nueva normalidad. Cualquier trabajador podría pedirse una licencia para cuidar a sus hijos, algo que la Unión Industrial ya no puede permitir y se transformaría en una pésima señal para Kristalina Georgieva. Para llegar a un acuerdo con el FMI, el Estado Nacional debe demostrar que en la Argentina se trabaja igual con o sin pandemia, con o sin camillas, con o sin respiradores. En términos teóricos: el Estado debe mostrarle a los prestamistas que las condiciones de explotación capitalista en la Argentina se sostendrán y profundizarán hasta las últimas consecuencias. En parte, una utopía.

Que toda la escuela está en debate va de suyo. Dar cuenta de su naturaleza capitalista es la única respuesta posible a la pregunta repetitiva en el aula de por qué las clases volvieron a empezar en estas condiciones. Es decir que las luchas docentes y estudiantiles que se desarrollarán en adelante funcionarán todavía como una manera más profunda de arrancar el velo que oculta la naturaleza social de la escuela capitalista. La práctica docente está en cuestión, sus funciones y su remuneración correspondiente. Por su parte, de ninguna manera, el alumno encontrará en esta escuela el salvoconducto de los traumas que afectan a una sociedad en crisis mas sí encontrará la fortaleza de sus compañeros y las conclusiones pedagógicas de los docentes. Al desbaratar, atacar, vaciar y defenestrar su propia herramienta de coacción, la burguesía regala en bandeja un campo de agitación imponente a la clase obrera revolucionaria. Es ejerciéndose como militante que el docente rompe las barreras que separan su trabajo del desarrollo vivo de la sociedad, es tomando consciencia de que incluso entre las paredes de la escuela el joven estudiante puede poner en práctica el ejercicio de un nuevo mundo y es, en definitiva, derribando las murallas que separan a la escuela del pueblo proletario que el sistema educativo retorna el camino del progreso que impulsaron los ilustrados de la Modernidad.

Si la apertura de las escuelas desnuda el carácter social del sistema educativo, la desnudez del colegio deschava la naturaleza de toda la sociedad capitalista en la que la escuela, en vez de preparara al alumno en la técnica que lo prepare para desarrollar todos los valores de su individualidad, lo estupidiza en repeticiones pasadas de moda para acabar trabajando en negro en un bar. A la vez que la lucha contra la presencialidad en pandemia es una tarea de la sociedad en su conjunto, es también tarea de los educadores salir en búsqueda de los nervios nucleares de la sociedad en la que educa. Una campaña de docentes junto a sus estudiantes recorriendo fábricas, cortando calles y tomando escuelas pondría a toda la sociedad argentina a discutir la esencialidad (o no) del regimen social imperante.

2 respuestas a «Toda la escuela en debate»

  1. rove

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