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Una tendencia irreversible hacia la revolución socialista

Una tendencia irreversible hacia la revolución socialista

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«Pensamos que nos íbamos en helicóptero». Es la segunda vez en menos de un año que los voceros del gobierno dan a entender que se sintieron durante algunas horas como la Alianza durante las jornadas de diciembre del 2001. El vocabulario no es nuestro en este caso, sino que parte del riñón mismo del poder. A su entender, el martes de la corrida del dólar a $500 no había otra cosa que hacer más que prender velas. Esto resulta un tanto falso porque la corrida cambiaria se encuentra inscripta (todavía) en la gestión económica del gobierno. En la última llamada de la Bolsa a renovación de títulos – 20 de abril – una semana antes del martes negro, la novedad fue la incorporación del T2V3D, un bono atado a la cotización del dólar oficial con vencimiento el 31 de julio de este mismo año, el cual recaudó u$s27 000 millones. En escalera, se espera un alza más acelerada de la cotización oficial que levante el resto de los activos. Pero hay que ver más allá en este exchange.

El bono «oficial» representó apenas un soporte de seguro para el resto de los intercambios que parten desde el suelo de la tasa fija de interés que aumenta consecutivamente y desde allí ascienden hasta tasas CER, atadas «oficialmente» a la inflación mensual. Se trata en total de  u$s227 000 millones con vencimiento indexado, como máximo, al 19 de mayo. Todo esto significa que la corrida, la inflación mensual y el índice de interés que se desprende de estas variables fueron negociadas a puño y letra en el Banco Central bajo el criterio de la aceleración. Más del 80% de las negociaciones han beneficiado a los Fondos Comunes de Inversión aunque estos mismos fondos aducen supuesta inviabilidad para invertir en la Argentina. Es un desangre nacional de dólares sin precedentes con una fuerza dinámica que estanca los activos. Cada giro en la bolsa implica una multiplicación exponencial de la deuda internacional ya impagable. La burguesía nacional se ha toda ella cartelizado bajo la dirección de los fondos de inversión y el BCRA se ha transformado en un regulador de los seguros quincenales de las ganancias correspondientes. Como nunca el aparato estatal ha coaccionado toda la regulación del mercado a la vez que el mercado se ha abroquelado bajo la dirección desesperada del Ministerio de Economía. En términos recientes, dice El Cronista (20/4), «hay un desarme permanente de los fondos Money Market hacia el ROFEX de jurisdicción nacional debido principalmente al sector inmobiliario comercial». Esta es la razón que explica el derrotero de la oposición macrista que se ha quedado sin programa. Es típico de los tiempos de crisis, antes que su disgregación final, la abroquelación en el centro político del poder. Es lo que ha propuesto Cristina Kirchner en La Plata y es lo que avala el Fondo Monetario con la promesa de nuevo endeudamiento.

Pero el kirchnerismo abroquelado detrás de Massa pilotea un avión descontrolado en el marco de una transición política internacional que lo ubica – todavía – como anticuado para una nueva fase histórica caracterizada por el flujo y reflujo de la economía de guerra. La política bélica no lo fue nunca en la historia meramente exterior, ni en la Antigüedad cuando el imperio romano debió coaccionar a la gran masa de su propio pueblo a la esclavitud ni en las recientes guerras mundiales cuando McCarty y compañía debieron purgar a los Estados Unidos de las ideas demócratas. Incluso para la penetración oriental el gobierno de Massa y los Fernandez sería insuficiente para una transición sin precedentes del mercado de trabajo. Según La Nación, en Washington temen el ascenso de Milei porque «sería una especie de nuevo Bukele que le abriría las puertas a China». La concentración internacional del capital financiero no es un mero pasaje pacífico de activos hacia nuevas formas de producción inteligentes, es la expropiación sin precedentes de la riqueza de las naciones y una transformación definitiva del mercado de trabajo emergido de las revueltas posteriores a la guerra mundial. Como tal, es el retroceso a la guerra. Aunque el peronismo haya abandonado su tercera posición no se muestra tampoco capaz de organizar un salta bélico de la producción nacional. El imperialismo busca aliados para una contrarrevolución internacional pero en el marco de un retroceso en sus propias fronteras, de derrotas sucesivas en el mundo (Perú, Afganistan) y de rebeliones crecientes en sus zonas de influencia financiera y comercial (Chile, Sri Lanka). Las huelgas incesantes en los Estados Unidos son la real expresión de la nueva etapa histórica.

Es en el marco de esta etapa de puja transicional que fluye el año electoral en la Argentina. La candidatura de Milei ha emergido como la forma más escandalosa del fraude a la democracia y debe ser discutida hasta su posibilidad de presentación. La misma es una explotación de los retrocesos políticos recientes de la clase obrera en el campo electoral – mide 30 puntos en Salta – pero paradójicamente en el marco de un ascenso huelguístico más parecido al de principios del Siglo XX en la Argentina (con expresiones aisladas pero aguerridas) que al setentismo peronista. La emergencia de Milei debe ser caracterizada como reacción y no como ofensiva y la propia caracterización debe correrse de un enfrentamiento meramente electoral contra estas variantes, tal como hace la izquierda argentina. Es necesario un discurso insurgente que le ponga fin a estas posibilidades, lo cual además de estimular la acción directa de la clase obrera rememorará a la city financiera de su reflujo político imparable. El mismo esquema de análisis se aplica a todas las variantes políticas. Un ballotage entre cualquiera de los Massa, Bullrich, Larreta o Milei debe ser denunciado como golpista desde el vamos. Una asamblea constituyente, en este marco, emerge como consigna democrática y pone en discusión la organización toda del poder existente. Como consigna, paraleliza el poder; como realización se identifica con él y lo supera.

Desde este enfoque, se observa en términos de planificación socialista. La centralización monopólica del capital financiero se ha gestado de forma más acelerada que la velocidad productiva que había asentado la producción capitalista. Es un fenómeno de décadas en una transición (feudalismo – capitalismo) que lleva casi un milenio. Esta contradicción física ha vuelto inalcanzable la aceleración de la explotación laboral necesaria para una reestructuración del sistema productivo que no puede emparejar la Inteligencia Artificial. Tras el inicio de la guerra han ascendido las acciones de los laboratorios, las armamentísticas y las proteínas en detrimento de la tecnología. Cuando el capital no puede avanzar en sus propio dominio avanza en un aplastamiento crujiente de la competencia mediante la forma de expropiación y destrucción de fuerzas productivas. La OTAN hace la guerra y Putin se abroquela a ella como baluarte de destrucción de la organización soviética del trabajo emergida en las sucesivas revoluciones del último siglo. En ese marco, la clase obrera internacional posee un eje histórico totalmente diferente a la de los Siglos XIX y XX al contar con antecedentes históricos que perviven en el presente. Toda la organización obrera actual de los países de todo el mundo, desde Francia a la Argentina se estructura partidariamente de acuerdo a esta tradición. Los principios fundamentales de la tradición proletaria están en juego en la guerra y también lo estarán en los meses sucesivos electorales de la Argentina.

En este marco, otra vez, como siempre, urge una proletarización de la agenda. Esta tarea resulta de aceptar la agenda que imponen los eventos para desenmascarar una y otra vez el sentido proletario profundo de su devenir. Tomemos el caso de la «seguridad energética». ¿Qué enfoque que se le debe dar a los sucesos que ponga en juego la explotación de Vaca Muerta y la expropiación norteña del Litio? Las condiciones de explotación ponen en debate su comercialización, los salarios y los precios de las comodities. Desde esta palanca se desarrolla la planificación posterior que en una campaña electoral toman la forma de «propuestas», de votos y de acción huelguística.

Como nunca, el primero de mayo reivindica a la clase social capaz de sacarnos de la barbarie.